Críticas Discos

Hay quien afirmará lo mismo sobre Edwyn Collins, Nikki Sudden o hasta del inmenso Graham Parker… Pero en serio, que clama al cielo y es para indignarse mucho, que el Sr. Robyn Hitchcock, en base a lo que hoy ocupa y ya puestos a citar prodigios de los últimos 70’s primeros 80’s en las islands, no sea más conocido universalmente ya solo por su carrera en solitario ochentera és para ponerse a gritar muy alto. O por cagarse en la puta de a bastos, que es la otra opción. Para la ocasión, eso sí, nos quedamos hoy con su breve etapa al frente de los Soft Boys. Y el estreno del 79 «A can of bees» es la pera y, al tanto, ese inesperado regreso en los primeros dosmiles con el notable «Nextdoorland» es un trabajo bastante recomendable aún despojado (obvio) de parte del arrojo juvenil de antaño… Pero claro: «Underwater moonlight». Pelotazo total y discazo a reverenciar… Vamos ya, sin la menor dilación, con la luz lunera submarina, vamos, qué tiene narices el asunto.
Lo primero aclarar que pienso referirme a su edición estándar -la de diez canciones con duración ligeramente inferior a 40′-, que de este disco hay versiones ulteriores (de esas deluxe remasterizadas del supra-mega-copón bendito) dobles y hasta triples. Y es que, en verdad, aunque los coleccionistas y adoradores varios de este tan tremendo elepé lo agradecerán la de dios, pienso particularmente que despista un algo tanta «macedonia de lujo» en contrapunto a la tremenda y monolítica cohesión de la obra original. Dicho de otra forma: me parece cojonudo el disfrutar de esas añadiduras porque la banda (y sobretodo el artista) merecen esa atención y más… Pero, eso sí, una vez se ha alejado uno bastantes veces unos metros hacia atrás y ha entendido perfectamente la perspectiva y todo el terreno que cubre, a pesar de su engañosamente aparente ligereza, una obra de este calibre desde su forma original. Sin más, el asunto empieza con la emblemática «I wanna destroy you» y su vivaracho tono de incaducable himno newaver de los mejores tiempos que es como la colaboración soñada entre Rockpile y los Ramones que nunca fue. Más me agrada incluso «Kingdom of love» con esa manera de apunkear el tema para el chorus, volvemos a la engañosa ligereza en primeras apreciaciones, sin previo aviso y que me mata twice. La sigue el momento surfero del lote con «Positive vibrations» que es una descarada aceleración guitarrera de «los de la playa» (ya el título no deja mucho espacio a elucubraciones)… y atención al «momento sitar» por favor. Y ahora nos espera «I got the hots» con su brusco viraje hacia un blues bastante oscuro (de inicio) con obvios ecos de Mr. Reed en su evolución… cosa fina fina. Inesperado es un palabro que se puede usar muchas veces con este disco (y aleluya por ello) pero con «Insanely jealous» nos quedamos «aterciopelaos» nuevamente (y al tanto fans de los Violent Femmes con esto) con esta nerviosa narración rematada con unos guitarreos más ásperos que piel de kiwi en bandeja de esparto (puro VU, insisto que me lo merece).
Para arrancar la B side y que no decaiga ahí tenemos «Tonight», el otro himno más evidente del álbum y aunque no lo sea tan de primeras como «I wanna…». «You’ll have to go sideways» es la intrumental y la rareza del disco a la vez, una guitarra monoacorde que se desdobla continuamente sobre si misma con organillo de fondo (a lo Devo por momentos) que hace de antesala a la traca final del disco con su intachable hat-trick de despedida… «Old pervert» a medio camino de las bandas de Byrne y Verlaine, y con esas constantes percusiones y su ex profesa excentricidad por montera, nos devuelven a la senda de la verbena que nos deja a orillas de la fantástica melodia de «Queen of eyes» donde, sin previo aviso, se abraza al fin el dorado legado brit-invasion sixtie y se nos recuerda que la Velvet es irrepetible y el CBGB mola pero, claro… «qué somos de Cambridge coño» (mi favorita del disco junto a «Kingdom of love», a qué engañarse). El broche con el tema que titula el álbum, con su ritmo a más y guitarrilla de salida de chorus (etc), cierra por lo alto el asunto y, por supuesto (o así lo veo), no queda sino volverlo a poner desde el principio (again & again)… Pedazo álbum este «Underwater moonlight», vaya: menos de cuarenta minutos donde cabe de todo y que, por si fuera poco, consigue capturar a la perfección el espíritu de aquellos años de impagable colisión punk/newaver que a tantos nos tiene chalaos perdidos desde el año el anacardo sino antes… Y qué bueno es Robyn Hitchcock, claro (y especialmente aquí para mi, les confieso ya al cierre a brochero modo), la madre qué lo parió.


The Soft Boys – «Underwater moonlight» (1980) : 9’2 / 10
01. I wanna destroy you/ 02. Kingdom of love/ 03. Positive vibrations/ 04. I got the hots/ 05. Insanely jealous/ 06. Tonight´/ 07. You’ll have to go sideways/ 08. Old pervert/ 09. Queen of eyes/ 10. Underwater moonlight.

Por Guzz.
Este texto fue copiado, recauchutado y servido en bandeja de esparto y piel de kiwi desde el espacio propio Citizen Guzz.

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2 comentarios

  1. La verdad que sí, Don Guzz, clama al cielo el poco reconocimiento a Robyn Hitchcock. Luego hizo cosas serias e interesantísimas pero este trabajo con Soft Boys son palabras mayores, otro glorioso ochentero más semi-oculto. Por suerte le tenemos a Vd. para sacar del ostracismo estas glorias con las que pocos pueden rivalizar. Abrazo.

  2. Disco estratosférico al que estuve tan enganchado que con las ganas que me ha despertado esta cronicaza me da hasta miedo pinchar por si me vuelvo a hacer esclavo de sus sonidos…
    Un abrazo.

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