Críticas Discos

¿Y qué más se puede hacer con el «punk» acabados ya los 70’s? La VU nos regaló bastante antes, y ya de entrada, el minimalismo bien entendido (el dejarse de florituras e ir a lo que más alimenta y llega al tuétano), en Detroit Iggy, Kramer y demás le enchufaron al poco esa densidad sónica que amedrentaba y te volaba la almendra… Lo que dejo vía libre a que Dolls primero y, especialmente, Ramones después exportaran, queriendo o no, el asunto a las inglaterras con los resultados harto conocidos… Todo ello con la añadiduras a encaber, faltaría, pero como resumen ahí queda. Y, así en efecto, regresamos a la pregunta de inicio de entrada… Y llegamos a los Pogues. Una de las bandas más ultraconocidas como, eternamente y siempre a mi humilde parecer, ninguneada en los «grandes recuentos». Sí, leyeron bien sí… La importancia de esta formación, através de su ochentera singladura (para mí -soy de esos- cuando «se despide» MacGowan, y por mucho que exista algún meritorio single en los dos postreros discos de estudio noventeros, se detiene el taxímetro) me resulta un pico insaltable en la Historia del rocanrol toda ella. Tal cual. Que tampoco pretendo ir de original ni nada, quede claro antes de seguir, y me consta que ello le pasa a un sindios de gentes y gentuzas.
Quizá el «relativismo», el abonamiento -generalizado en cierta medida- al «molan pero tampoco hay pa’tanto», viene de las atrocidades que se han venido pergeñando en el último par de décadas de paso con registros/instrumentaciones similares, o bien (debe admitirse), a lo fácil que resulta siempre cargar contra el Sr. MacGowan, claro paradigma del exceso, las adicciones y el autoabandono. Sobre lo primero no queda sino aguantarse (que «bisnes es bisnes»), sobre lo segundo… Frecuentemente cuando pienso en este hombre, o me acuerdo de él, me sobreviene esa escena del «Amadeus» de Forman: «yo soy un hombre ordinario pero, Majestad (-enorme como siempre Jeffrey Jones-), mi música no lo és»… Salvando la imposible comparación (sea con quien nos ocupa o con cualquier músico/artista que tenga que ver ni que sea de lejos con esto del Rock) siempre me parece que es un poquito ese caso… Shane decidió, o no decidió, llegado cierto momento «dejarse ir». Abrazar esa cochambrosa «espiral personal» hasta acabar bajando por el mismo desagüe… Pero, mucho ojo, que a muchos/as eso nos importa un montón de huevos y seguimos quedando en gran deuda (ayer, hoy y forever -y por el puro y duro talento que nos es dispensado-) con este borrachuzo, adicto a todo sin medidas (normalmente ello en sus formas menos conspicuas, por supuesto) y con eterna pinta de horrible pendenciero de taberna bucanera. Y por supuesto que los Pogues no eran solo MacGowan, que ahí están desde el principio Stacy y Finer (sin descuidar por ejemplo, y ni mucho menos, al gran Terry Woods que llegaría más tarde, etc.)… Pero creo que, viendo -muy claramente además- en lo que se convertirá la formación sin sus aportaciones, estaríamos fácilmente de acuerdo en que si hay algún miembro insustituible en el renombrado combo es/era el mellado y «melopeante» cantante. En cualquier caso, Shane, junto al par apuntado, dieron con la tecla de pleno cuando, partiendo de una militancia punk de manual, probaron a entonar con esa rabia sin ambages que tan bien conocían, por generación, algunas canciones populares del irish folk que les era propio por genética (aunque, y como suele señalarse, no de facto al ser ya ellos propiamente londinenses -hijos, eso sí, de inmigrantes irlandeses-). Esto fue una revelación también claro… ¿punk rock con banjos, flautas, acordeones y mandolinas?, ¿qué estamos piraos o qué?… Pues «o qué», claramente «o qué»… Y no es que faltasen ya en la historia superhéroes del folk desenchufado que le habían atizado a las injustícias del mundo y, en verdad, los Pogues eran (seguramente) tan o más reivindicativos por registro y estilo que por discurso (aunque, obvio, también medien candela seria ahí, que es de cajones). Pero ese plus de rabia, de bronca tan presente, de la mano con ese más que notable, e insospechado quizá de primeras, buen gusto para atacar paisajes menos tormentosos les hace, y me repito, definitivamente únicos y necesarios… The Clash Vs. The Dubliners… Y ganamos todos. Bravo.
Joder… Y, además, cómo no me van a gustar «la de diosescristo» los Pogues si para más inri el líder de «mi banda» favorita tocó regularmente con ellos (ya lo había hecho antes pero, mayormente, Strummer les echó un cable con los directos tras salir Shane aunque, eso sí por supuesto -y me parece algo que le honra y mucho-, se negó a adquirir su rol en estudio aún a  pesar de haberles producido el «Hell’s ditch»), de la misma forma que mi artista predilecto firmando en solitario (con el único permiso de Bowie, Reed o Cooke -aunque este era marciano y no cuenta-) les produjo aquél segundo disco que les diera el empujón definitivo… En efecto, es bien conocido que Elvis Costello se encarga de la producción de «Rum Sodomy & the Lash» (1985), con el que ya, definitivamente, se consolidan de todas todas… El disco de «dirty old town» o «Sally Maclennane», por ejemplo y poca coña y, a qué negarlo, el otro elepé indispensable de los cinco con MacGowan («los que cuentan» para un ingente considerable, recordemos) y el único que puede batirse en duelo con el que hoy reza en cabecera de posteo… Y en el que se acordará MacGowan -de Costello y ya puestos-, en alguna de las letras por haberle birlado a su bajista Cait O’Riordan para casarse con ella y tal… Pero eso ya es otro tema. Sea como fuere, tras terminar «RS&L», los Pogues verían pasar tres largos años antes de tener álbum en las tiendas… Señalemos principalmente a Shane y «sus rollos» por la tardanza, claro. Aunque, que esta es buena, en dicho lapso varios miembros de los Pogues (con su cantante en cabeza -y además con rol significante en el tema-) se embarcan en ese proyecto de Alex Cox llamado «Straight to hell» (que dioses y demonios me libren de llamarle «film»), suerte de pseudo-psicowestern filmado en nuestro sur peninsular y con un potosí de caras conocidas del rocanrol y el cine en danza (investiguen y flipen de no conocer la historieta)… Y ya solo queda, antes de abandonar párrafo y tratar de una maldita vez el disco de hoy, el reconocer que viendo la «pericia interpretativa» de MacGowan, Costello, Strummer y demás (que ni el mismo Dennis Hopper salva «eso») el zapatero, más que volverse a lo suyo, se jubila ipso facto tras autochamuscarse los globos oculares a lo Strogoff de puro y devastador horror (así, sin anestesia previa ni nada).
«… Let me go boys/ Let me go down in the mud/ where the rivers all run dry»
Llegados a este punto que no se piense nadie que se me escapa el hecho de que me está quedando un texto especialmente extenso («rollero» hay quien lo llama). Pero no me importa mucho, la verdad… Esta gente me lo merece (por únicos y cojonudos, sin más). Y de esta forma y así llegamos al fin al momento de valorar contenidos del  «If I Should…» de las narices. Su tercera y, siempre en la opinión personal de uno, más incuestionable referencia. Que se arranca con la propia  «If I Should Fall from Grace with God» a degüello y sin pedir permiso… Acordeones, banjos, la voz rotísima de Shane con sus piratescos berridos, marchamo sin cuartel… Hemos llegado, sea cielo o infierno, pero hemos llegado al fin y buen rato que nos vamos a quedar, desde luego. Que esto va en serio, claro queda de primeras, no hay pose ni tontuna que valga. Esta gente se cree lo que hace y se deja la pericia, el alma y la hueveda en ello. Como debe ser. Y sin tiempo de nuevos alientos que valga, y tras bajar al barro donde los ríos bajan secos, llega la cabrona de «Turkish song of the damned«… Dos de dos, nueva enormidad que nos trae, sin tregua y para la ocasión, esa mezcla de tonos moriscos a los que se sumaran  al llegar el chorus las flautas y los tréboles, sin descuidar ese arreón final que, por mi, podría durar un par de buenas horas más sin demasiados problemas… Invencibles, vaya, y el ritmo que no decae, es más, se acelera incluso pues tras bailar la danza maldita turca nos traen «Bottle of smoke» que es como para liarse a endilgarse pintas por el gaznate como si no hubiera mañana. Encuentra tu taberna irish más cercana cuanto antes, encogorzate rápido y quédate ahí a vivir por siempre, claro qué sí… Y atención a esa irónica letra de perdonados pecados donde «doncellas y sacerdotes beben como paganos». Aunque, obvio y aunque joda, casi todo queda eclipsado por el cambio de tercio que nos aguarda y que, a qué negarlo, integra el momento más popular y aplaudido de la formación a nivel global: «Fairytale of New York«. Gloriosa, épica y preciosa, y que por incluir hasta nos regala un cierto caracter literario con las discusiones de esta pareja de yonquis/perdedores que aguarda el new year mientras se estrangula lo mismo que se coge de la mano. Tremendo el sentimiento que Kirsty MacColl y MacGowan le dan (las voces perfectas para una ídem canción) y, ya puestos, el paso de gigante que necesita el disco para cambiar lo «meramente» cojonudo por lo Maestro. Si alguien no coincide con el pleno de este elepé (para mi indebatible) le ruego que se encierre varias horas enteras con esta pieza, sin distracción alguna y llore de vergüenza, que no le queda otra. «Metropolis«, la pista instrumental del álbum muy bien ubicada en la estrategia, fusiona paisajes urbanos y excursiones campestres a toda castaña y logra remontar el vuelo de algarabías tras la tan sentida canción precedente. Que no era fácil, ojo. Pero es que a este disco, llegados este punto, ya no lo para ni dios. Pues para cerrar la primera side los cabritos nos habían reservado nada menos que «thousand are sailing«. Una de las canciones que más me agradan de combo y disco con esa historia de gentes emigrando a la búsqueda del «american dream» con sus justas dosis de nostalgia… Y esa frase de entrada («The island it is silent now but the ghosts still haunt the waves…»), y esa salida de estribillo («… and we dance»)… Enorme toda ella perse, y por cojones también. Pero entonces, toda la atención,  le damos la vuelta al disco y…
«We have the song of the Chochona, we have brandy and half corona»
Ay, qué hijos de la grandísima Bretaña… «Fiesta«, con toda su fama a cuestas, es la chorrada, el punto irreverente y macarra del disco. Por ser hasta como que resulta el único y principal argumento que pueden hallar los que no vean claro el «masterpiecismo» del álbum que otros otorgamos (los «gusanos» postreros no cuentan, es una boutade de esas de artista a modo brochero y canción popular mediante). Reconozco que es la pista que menos me agrada del disco pero, del mismo modo, siempre la entendí como el gamberro y rompedor momento que marca el ecuador del viaje… Que bien mirado, ahora que reparo, tampoco veo a qué echarle pestes… En justicia mucha de la fama de los Pogues, y en estas nuestras latitudes mayormente, se le debe al tombolero y verbeneante discurso de «Fiesta», canción que, sencillamente, solo busca ser el paradigma y acábose de la celebración haciendo honor a su tan evocador título. Y eso, debe admitirse sea apreciada o justo lo contrario, lo consigue con plena holgura esta canción. En cualquier caso, tras la chirigota llega la calma (relativa) y con ella el resto de la B side que, al tanto, considero personalmente el alma y principal activo de este disco… La (muy tradicional) pista conocida sencillamente en este disco como «Medley» y que se compone de «The Recruiting Sergeant/The Rocky Road to Dublin/The Galway Races», se despacha en apenas cuatro minutos donde caben buena parte de las aptitudes de este personal. Algo así como el mejor muestrario existente a fin de hacer entender o enseñar a alguien lo que son y saben (o sabían) hacer The Pogues. Pero cuidado que lo que sigue es todavía mejor: «Streets of sorrow/ Birmingham Six«, donde se hace al fin hincapié -ya a cara descubierta- en temas de índole política lo que, o eso cuenta la leyenda, creó disensiones y malos rollos importantes en el mismo seno del grupo… Investiguen si hace falta sobre los Seis de Birmingham o los Cuatro de Guildford (la famosa película «En el nombre del padre» de Sheridan explica -de la mano con lo de los Siete de Maguire- esto último, sí). Sea como fuere estamos ante una canción/díptico que, junto a la que sigue, conforma mi momento predilecto de tan formidable trabajo. Genial el contraste entre su reposado inicio y la más abrasiva continuación, ya en sus formas habituales y con un MacGowan muy sabiamente contenido. Pero, caray, es que musicalmente «Lullaby of London» derrota a quien delante se ponga… Bonita hasta el llanto y con una instrumentación que huele a paz y libertad como ella sola… No me sorprende el entusiasta escrito que el Sr. Earle firmara en alguna de las reediciones digitales, desde luego. Y esto que se viene acabando, cagon-la-mar, y entonces (como para aparcar nostalgias prematuras) entra «Sit down by the fire» que vuelve a subir pulsaciones e invita a baile desbocado, cogidos por las muñecas y dando giros a toda leña sobre sufridas tablas de madera… El último acelerón que además, por supuesto, da inmejorable pie a la mayor solemnidad de «The Broad Majestic Shannon» que despide el disco dejándonos un difícilmente mejorable sabor de boca -entre la enésima e innegociable retahíla de banjos y mandolinas, faltaría-, y dejando ya solo tiempo y espacio para esos «Worms«, meramente anecdóticos y que nos dicen adiós, ya definitivamente, de forma tan breve como enigmática. En resumen: brutal, magnífico trabajo que particularmente, además, me resulta lo más enorme (por su inalcanzable, o poco menos, equilibrio calidad-popularidad en estas tan determinadas tesituras) que se haya editado jamás bajo la label «Irish-Folk Rock». Con toda la pompa y tal cual se lo cuento (oigan) y lo mismo que imprescindible en las cuentas de uno.
Aunque, por supuesto, toooodo lo que aquí vertido (y muchísimo más) es relativo ya que, en definitiva, estamos ante una formación cuyo nombre original, en gaélico, venía a significar algo así como «Bésame el culo»… Lo que, faltaría, es la enésima jerigonza o cuestión a sumar a su misterio y leyenda… Muy grandes, grandes de verdad -que nadie se despiste- esos ochenteros Pogues !
The Pogues –  «If I Should Fall from Grace with God» (1988) : 10/10
01.  «If I Should Fall from Grace with God»/ 02. «Turkish song of the damned»/ 03. «Bottle of smoke»/ 04. «Fairytale of New York»/ 05. «Metropolis»/ 06. «Thousands ara sailing»/ 07. «Fiesta»/ 08. «Medley»/ 09. «Streets of sorrow/ Birmingham Six»/ 10. «Lullaby of London»/ 11. «Sit down by the fire»/ 12. «The Broad Majestic Shannon»/ 13. «Worms».

Por Guzz


6 comentarios

    1. Ay, no me hables de asignaturas pendientes que tengo ese archivador a reventar… Eso sí, de los Pogues este y el de antes, "Rum, sodomy and the lash", son la repera y (sin que sirva de precedente coincido con "el libreto") los que hay que defender por siempre y a muerte pirata.

      Abrazo guzzero Mr. Truffle !

    2. Yo es que te liquido Savoy,estos tios son historia de la música así que ya te estás metiendo entre pecho y espalda su discografía que bien merece la pena,y a ser posible a golpe de whisky.

      Curiosamente ahora llevo tres discos suyos en el coche para amenizarme los viajes.

    3. Si amigos… estamos trabajando en ello que diría el ilustre ex-hijo de su madre que nos gobernó.
      Calma, yo cuando le hinco el diente a un grupo lo hago con seriedad.
      Grijaldo no me tires de la lengua, a ver si voy a decir yo los que tu no conoces… que no son ni dos ni tres.

      Abrazos truferos.

  1. Don Guzz, tenía que encontrar el momento, demasiado cariño y demasiados recuerdos con este disco que me incita a beber cerveza por doquier. Cierto, una banda ultraconocida y también ninguneada.

    Sabes, hace un par o tres años si no me falla la memoria, en las fiestas del pueblo de mi mujer, andaban las orquestinas montando jolgorio. Tocaron “Fiesta”, un conocido dijo algo así como “que le gustaba mucho esa canción”. Yo contesté “claro, el temazo de los Pogues” (como bien afirmas no es la mejor pero es el gamberro y rompedor momento que marca el ecuador del viaje). Y me contestó “quiénes son esos?”. Aquello me llamó la atención y cada vez que suena en las fiestas lo repito y me miran con caras raras. Ahí me doy cuenta que soy un friki y que los Pogues no tienen el reconocimiento merecido. Por cierto, yo añadiría a las recomendaciones que le haces a Savoy un buenísimo “Hell's ditch” de 1990 también injustamente valorado, tengo un amigo que me dijo una vez que era el mejor de los Pogues y a veces también lo pienso. Abrazo.

  2. A mí también me gustan mucho los Pogues, Guzz. Aunque los conocía superficialmente, me metí con ellos a fondo hace unos años por recomendación de un colega y estuve escuchando una buena temporada "Run Sodomy", "Peace And Love", "If I Should" y los dos discos de los noventa que dices: "Waiting For Herb" y "Pogue Mahone". En fin, que has dejado en carne viva un disco maravilloso.

    Abrazos.

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