Conciertos

hay canciones que transportan en el tiempo, son el mejor recreo de sensaciones. Ahora el «Disparo revelador» impone su luz ante las sombras y queda patente que Txema Mendizábal es un valor musical en alza.

Se presentó oficialmente en directo el flamante «Disparo revelador« de Txema Mendizábal con un óptimo resultado de asistencia en el Loco Club de València. Aunque, todo sea dicho, ojalá más de uno (o una) se hubiera quedado en su casa o se hubiera ido a otro lugar donde pudiera cacarear más y molestar menos. Y es que la única nota disonante del evento en cuestión fue ese murmullo que, en algunos momentos de la velada, llegó a ser ensordecedor, especialmente cuando era tenue el sonido de los músicos. Esas pulcras, hondas y trascendentes canciones eran merecedoras de mayor valor y respeto, empezando por la inicial versión demo casera de «La boca del lobo«, tan íntima como penetrante.

Dejando a un lado todas las terceras personas que pueden desequilibrar comenzó la «Partida« como una apacible reflexión, con esa elegancia que abunda en todos y en cada uno de los versos del eusko-valenciano. Ahora, a posteriori y casi a modo de respuesta, quedaron los sobrantes como ignorados, como desconocidos, como inadvertidos, como en ese «Golpe de estado« que abría y daba título a su primer álbum en solitario del 2016.

Txema estuvo arropado de una muy fenomenal banda, injusto sería no citar a Thomas Mantovani a la batería, Alex Casal al bajo, Carlos Soler a la guitarra eléctrica, Luis Borrás a la guitarra acústica y bajo, Luis Alcober al teclado y fliscorno, y Virginia Iranzo y Carla Pascual a los violines. Con ellos, con humildad, agradecimiento, entrega y actitud se sobrepuso a su creciente faringitis de estos últimos días.

No faltaron invitados como Esther Vinuesa en esos «Pasajes de regreso« donde la esencia de la memoria más exclusiva y particular se halla alegóricamente en una colección de tarros, como Manolo Tarancón en unos «Herederos« que se muestran como mejor alternativa ante posibles adversidades, y como Amparo Abdulah, recuperando esas «Tormentas« que en verano desmontan guiones milimetrados.

Creo que las dos canciones que más me gustaron, o mejor sería decir las que más sentí intensamente, fueron la escalofriante ««, todo ternura y sensibilidad, y «Nuestros versos«, un tema que crece y crece, tanto que se postula claramente como una de las más brillantes composiciones de Txema.
Tras el pasaje instrumental «Buen viaje« en el ecuador de esta celebración llegaron las palmeras solitarias que nos introdujeron en «Cuatro« y los violines como exquisitos acompañantes de «Luces de verano«. Si la urquijiana «Disparo revelador« fue otro de los momentos culminantes, la «Pequeña Irene« resultó la pieza más afectiva y conmovedora a partir de las exposiciones previas del principal protagonista de la noche.

Se inició la recta final con la enorme balada «Como si no tuviera importancia«, seguramente la copla que más necesitó y mereció el respeto aludido en el primer párrafo. «A corcheas« brilló desmesuradamente gracias a la escolta instrumental. «La boca del lobo« es y será mi favorita, pura emoción, mucho más entre palmas al unísono. Y para rematar «Claridad y certeza«, otra vez con la compañía de Amparo, y donde Carlos Soler todavía exhibió más protagonismo como escudero, un auténtico lujo comprobar otra vez más su talento con la guitarra.

Sí, como decía el «Golpe de estado« hay canciones que transportan en el tiempo, son el mejor recreo de sensaciones. Ahora el «Disparo revelador« impone su luz ante las sombras y queda patente que Txema Mendizábal es un valor musical en alza.



Un comentario

  1. Lo de la gente que va a los conciertos a socializar es una lacra, en bolos como el de Mendizabal, con sonidos tenues puede ser para repartir hostias.
    Muchas ganas de verle por aquí y escucha ese "Disparo revelador".
    Abrazos.

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