Críticas Libros

Y aunque vemos amontonarse los días

de tedio y desencanto,
por nuestra mente siguen flotando
fantasías de rock and roll.
 
Pienso el porqué,
pienso el porqué
pienso el porqué mientras las nubes,
pienso el porqué mientras las nubes me acompañan.
 

J.I. Lapido

Mi tete Johnny nunca me presionó. Es así, deja correr el aire libre por la amistad. Además, era consciente de que no es fácil desplazarse desde Bilbao a Valencia un viernes de noviembre, en el que para llegar a un evento de tarde tienes que pedirte el día y conseguir un billete de avión low-cost. Es muy inteligente y observador, además de sensible. Le admiro por ello y desde el primer momento que le leí en su espacio (hace algo más de 10 años), sin conocerle en persona, me di cuenta de ello.

Yo le había prometido ir a la presentación de su libro hace mucho tiempo y tenía clarinete que iba a acudir, buenos somos los del Botxo, aunque sea un tópico y haya excepciones como en cualquier lugar del mundo, no necesitamos firmar una promesa.
Y promesa no es compromiso y amistad no es palabra cualquiera y uno sabe, por experiencia propia y bien cercana que no hay cosa más bonita que tus amigos te apoyen  -los de verdad  y que, en nuestro caso, además comparten amor por la música y su contagio-en un momento tan especial- de la vida, por decirlo más explícito.
Tete Johnny -que suena como a personaje del Cabretta de Mink De Ville-presentaba su libro con un cartel único y difícil de repetir y uno no tenía ni una “miqueta” de duda de que estaría en la Sala 16 Toneladas el viernes 16 de noviembre, a pesar de tormentas imaginarias (uno anda un poco agobiado con los nervios y la ansiedad, es cíclico) o diluvios reales tan espectaculares como los de este pasado viernes en su  cap i casal, donde, definitivamente-lo certifico- no sabe llover.

Y las tormentas pueden asustar mucho pero atraen a los valientes porque dentro de ellas suceden sucesos paranormales dignos de ser estudiados por Iker Jiménez, como por ejemplo que en una misma tarde-noche se presente un libro, el suyo, cómo 1050 Discos Cardinales – Juanjo Mestre (Editorial Makma-2018) en la compañía de unos cuantos amigos del alma- muchos de ellos ausentes por las peligrosas balsas de aguas y torrenteras que se formaron por todos los pueblos y la propia capital- y, de los presentes tres de ellos ilustres poetas de acordes apasionados: Manolo Bertrán-una delicia de persona (Doctor Divago), Cisco Fran-un viejo amigo (La Gran Esperanza Blanca) y José Ignacio Lapido (Antes y siempre de los Cero). Veo imposible mejorar plantel para la ocasión. La combinación era un dream team sobre todo conociendo a tete Johnny y sabiendo lo que significan esos tres aguaceros de talento artístico que representan sus canciones y bandas respectivas (con deciros que aparecen más en el libro que Bob Dylan en Pasión…)
Y tuve la inmensa suerte y gracias tete Johnny de estar en la presentación de este libro que te has marcado- como describo en mi prólogo- repleto de “infusiones de rock n´roll”- tan efectivas como los abrazos naturales y la inmensa dicha y honor que supuso estar sentado entre personas y artistas de tal categoría, a los que admiro profundamente, bueno de los que soy fan declarado.
He de confesar el temblequeo de mis piernas porque estaba pegado, alma con hombro, a mi izquierda del poeta eléctrico de Granada y a mi derecha del de Valencia, mi viejo amigo Cisco Fran (Bob Dylan Estadio Vallecano 1984, juntos). Aunque el gran artista de esa tarde en que cayeron chuzos y puntas era tete Johnny y ese libro-sonoro y vital (como le dije) que ha editado con su selección de perlas de discos que le han marcado, con sus cortas pero certeras elegías. Dentro de él recuperas amores, te ríes un rato largo, descubres las lagunas que tienes en tu discoteca y las rellenas con agua milagrosa.
La gota fría siempre se produce de un contraste muy fuerte con el calor de la superficie terrestre y marina. El aire helado, ese aire idiota que estaba a cuatro o cinco kilómetros de altura colisionó con tanto fuego humano concentrado en la Sala que era normal que diluviara. Y para qué negarlo, el cielo lloraba a cántaros porque el concepto de amor al rock, que en la presentación casi ahoga en su pausada calma y en todos sus mínimos detalles ya es muy raro de encontrar.
Una frase de Lapido quizás fue el resumen perfecto de la velada: reconoció que los músicos, al menos él y yo creo que todos los de categoría y agradecidos, se inspiran en los que escriben con pasión sobre las canciones y los objetos que las contienen, sean sobre sus trabajos o sobre cualquier otras banda o artista que les influye y eso lo agradecen con locura porque es algo en peligro de extinción como nuestra propia cultura de sentir el rock.
Entonces fue cuando de repente saqué el móvil para hacer esta foto porque Lapido nunca se deja un descosido en su siempre sobrio y corto discurso, ya que él también patenta infusiones curativas, buena expresión en síntesis de su propia literatura musical, si literatura. Como la que contiene el libro de la foto de la izquierda.
Y salieron Manolo y Chumi de Doctor Divago e interpretaron un mini set acústico muy emocionante, de refugio frente a la hard rain, con canciones que tete Johnny ama profundamente pedidas para la ocasión. Y sentí con ellos de sopetón la tradición del rock cantado en la lengua de Cervantes desde los años sesenta, otra tisana de verdad para aquellos tontos del haba anglo-céntricos que no saben que eso de cantar en tu propia lengua canciones de rock y con tanto nivel poético tiene más del doble de mérito.
Y sonaron de mano del Doctor estratosféricas: Señorita Alfa (con su aire vainiquero), Entre Paredes de Ladrillo Rojo- cover de la POM de La Resistencia-que podría ser traducida del Born To  Run-  y en un segundo set final impresionante: Un Minuto Antes De la realidad, El Vagabundo de las Azoteas y La Mala Herencia. Manolo recitando con una pasión desbordante cada verso y Chumi, tocando como él solo sabe sus hohner (él es el armonicista de este país que más me emociona, ver cómo juega con espacio, distancia al micro y tiempo con sus mouth harps me produce una especie de vértigo feliz a la Neil Young)
Y entre ambos sets de los Divago en versión reducida- que representaron genial la salvaje belleza que atesora el libro- enciclopedia de independencia y exquisito gusto musical llena de recovecos imprevisibles y propias obsesiones, hablamos los cinco de lo que nos salió del alma.
El autor del libro, Juanjo Mestre (mi tete Johnny) de cómo todo surge de encuentros con amigos, una cosa lleva a la otra-como la propia presentación en el 16 Toneladas- que nace en la de abril de mi libro Pasión No Es Palabra Cualquiera, también de lealtades a músicos queridos y presentes, de amor por los discos y los directos y toda la  vida que los  rodea. Incluso de tío Neil y Sus Satánicas que declinaron el ofrecimiento de participar en el evento, a lo que Lapido respondió un gracioso y a lo bajines ( le tenía a mi lado!): yo soy mucho más barato.

Al representante de la editorial Makma, Vicente Chambó-qué tipo tan majo- se le notaba en los ojos que aparte de ser amigo de siempre del autor, estaba muy contento del resultado, de lo chulo que ha quedado el libro y muy curioso-para mi acertado por su parte- la sugerencia del cambio de título,  ya que inicialmente y como yo antes siempre lo he conocido era 1000 Discos de Auto-Ayuda Emocional. Bravo por lo de Cardinales, es más waterboy, poético y descriptivo.

Luego intervino el maestro Lapido, con lo ya comentado que por breve no deja de valer un billón de baldías palabras de gente que habla de música pero no emociona. Después le tocó el turno a un servidor tras el primer set del Doctor y quise -controlando mi crónico descontrol- hacer primero hincapié porque así surgió – nunca puedo ceñirme a un guión en nada- en agradecer a tete Johnny y su divina familia su amistad y sentirme en su casa como en la mía; el decirle que Frías a pesar de estar bastante lejos está siempre cerca porque allí se creó un vinculo entre unos locos comprometidos con las canciones y sus artistas favoritos, sin pedir nada a cambio, libres y amigos, un espíritu que nunca morirá; y también le comenté que él ya tiene su «disco» publicado, el de la foto, su Puta Obra Maestra como las que él incluye por décadas y años, una labor de agradecer eternamente, su propio diario sonoro ecléctico como pocos, furioso y punk como un huracán. Y que ese libro es hermano del mío y representativo de la fuerza que tuvieron los blogs y se debería recuperar la pujanza de las publicaciones digitales sin patrocinios, libres de pases gratuitos a conciertos y festivales y mamoneos varios frente a la fast food de la red social que se lo come todo sin ton ni son.
Al final, Cisco Fran, elegante como el que más, lanzó con una brevedad matemática ( la cabra tira al monte) la precisa reflexión de que 1050 es divisible por muchos números pero sobre todo por 7 y por esa rareza , esto lo digo yo, otro caso para Cuarto Milenio, el de nuestro médico de cabecera musical de referencia, el tete Johnny.
Y al final, tras los aplausos de los valientes allí congregados, incluido un grito de «guapo» lleno de soul de su hija mayor, que es igualita que él y a la que adoro tanto como ella a mi, un dulce destemple me subió por todo el cuerpo por la lluvia, todavía pegada en los dobladillos de mis Levis. Y pensé, estoy donde debo estar, en el «ángulo vivo», en el punto de contraste de una ciclogénesis explosiva de fantasía de rock and roll. Y fuera llovían baldes y palanganas por segundo y algunos amigos pasaron las de Caín al regresar pero gracias que lo pueden contar y decir, entre otras cosas,  que estuvieron en la memorable Presentación de 1050 Discos Cardinales.
Y justo después de disfrutar del doble cartel de infarto de la La Gran Esperanza Blanca y Lapido y su banda (ambos, eléctricos como los rayos del día),  reunidos para celebrar un fenómeno meteorológico-musical de primera, al salir de la Sala para poder coger un poco de aire, había escampado del todo.

Y fue entonces cuando me pareció escuchar entre las voces, las risas y mi agotamiento, al abrirse y cerrarse la puerta de ese estupendo local de conciertos, a Mink De Ville con su peculiar chulería, cantar esa estrofa que dice:

Brother Johnny, he caught a plane and he got on it
Now he’s a razor in the wind
And he got a pistol in his pocket
They say the man is crazy on the West Coast
Lord there ain’t no doubt about it!
Well allright.

Ya estáis pillando a la voz de ya el libro de mi tete Johnny en este enlace:

http://shop.makma.net/producto/1050-discos-cardinales/?fbclid=IwAR1hvipFajDKF9j9Zvh-SZJ4vvTBWF0ABVNWK7pMaWdi0jx9MmHKO2w1_kE

Foto del amigo Rincón Rocknoend, De izquierda a derecha Cisco Fran, Joserra Rodrigo, Jose Ignacio Lápido, Juanjo Mestre ( Johnny J J)  y Vicente Chambó.



5 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos que te pueden interesar