Conciertos

CAMINAMOS POR LA AVENIDA, DE NUEVO.
A dos horas de comenzar el concierto mi amigo del alma me dió la sorpresa de invitarme. No sólo es que no estuviera uno dispuesto a pagar el precio excesivo de la entrada sino que tampoco podía hacerlo.

Mi corazón se aceleró porque para qué negarlo, hacía ya muchos años que no veía en acción, vivo y coleando al león de Belfast y algo me decía, ese vídeo de la BBC de su concierto en la Cypruss Avenue en su 70 cumpleaños, que estaba en buena forma vocal y con una entrega y oficio razonablemente hermosa para sus urgencias y racaneo habitual.
Me resulta curioso que hace un mes, a punto de entrar en el último concierto de Graham Parker con The Rumour, en una charla generosa, pintas en mano, con el amigo Danny «Champ» Wilson, hablando de nuestros héroes comentara que en ese preciso momento estuviera colgado de dos discos concretos: el Infidels de Dylan y el Poetic Champions Compose de Van Morrison. Decía que a veces no nos queremos dar cuenta que en esos perdidos años ochenta, estos grandes de la canción, hicieron auténticas maravillas que dejamos que pillen polvo en la balda.
La sola mención de la referencia de ese disco concreto de Van me empujó de golpe la nostalgia a los años del disfrute, cuando los compre -bueno Infidels me lo trajo mi hermano de París- con el ansía de entonces, sin ninguna o escasa información prevía, qué deliciosa sensación perdida.

Y recuerdo tardes entre apuntes de Derecho Mercantil o quizás de Derecho Internacional, escuchando sin parar el vinilo de Someone Like You y después quedar con mi darling companion, entonces en modo girlfriend y con Javi, el que me regaló ayer la entrada, para tomar unos zuritos y un paquete de patatas de pipas Facundo en los bancos de Dr Areilza esquina con Pozas.
Ayer esa beautiful vision me vino nada más explicarme de qué se trataba el mensaje en el móvil: «Joserra, llámame, es urgente pero algo bueno»
Danny en Kentish Town decía que eran los ochenta una década en que los gigantes estaban en un claro proceso de busqueda de algo diferente a lo que aferrarse y eso le parecía hermoso y la mar de interesante. Qué gran tipo!
Miras hacia atrás con la perspectiva que te dan los años y tiene toda la razón. Tras Common One (pincha para la reseña), último conato del León sin jaula, en la selva, lo que le siguió es más un Gato enlatado en una producción mucho más soft-rock y unas composiciones de melodías preciosas pero que sirven tanto para el hilo musical de un hotel refinado como para relacionarlas con historias propias vividas por cada uno de nosotros salvo excepciones claro.
Pero es el halo que desprenden de fuera de la actualidad de entonces y su pretendida retirada a los aposentos del rey son cuestiones que no implican que no contengan grandisimas canciones.

Además, todos esos discos de los ochenta y los noventa de Van Morrison componen más del 60% de sus setlists desde hace mucho tiempo. Hay que aceptarlo, se siente a gusto en esa parte de su carrera.

El caso es que me dispuse antes de entrar en concentrarme en tres cosas: agudeza visual y auditiva desde tan arriba, pedir que en la lotería que es un concierto del huraño señor me tocara canciones de esos discos cuyas portadas se juntaban con mis libros coñazo y mis cafes con leche y galletas y que el irlandés estuviera respetuoso con su propio arte que no es otro que ser Van Morrison, una de las voces más emocionantes de la historia del planeta tierra.
Tuve suerte o eso creo porque, visto lo visto, cada uno y según las circunstancias, tiene unas percepciones de los pases en directo muy diferentes.
A pesar de estar en la penútima fila del cielo del teatro de aspecto ochentón -mira por donde en eso era apropiado a la época que tratatamos de rememorar- el sonido subía claro como si escucharas Radio Luxemburgo bajito, debajo de la almohada  pero muy agradable porque su banda toca al servicio del brillo de su voz, son buenísimos y me recordó a la puesta en escena del último Nick Lowe, esa agradable forma de tocar lo americano de los británicos, pareciendo propia denominación de origen.
Varias cosas me gustaron muchisimo, por ejemplo, cómo se agarró Van al saxo y a la armónica durante todo el set (toco ambos instrumentos con mucho soul, total, impresionante porque suenan como canta) y destacaré canciones concretas, no todas sino las que tuvieron para mi pellizco aunque la nota fue la regularidad, la profesionalidad y el sentimiento. El problema, el de siempre, el repertorio, no a las sacudidas de antaño y paso de comentar el manido-pero cierto- tema precios abusivos y reloj digital- ahora tendrá un vibrador en el pantalón que le avise  y su no-bis porque eso está muy visto y se da por supuesto)
Higher Than The World, por ejemplo, me sorprendió porque Inarticulate Speech Of The Heart es un disco al que le tengo mucho cariño y es donde Van estaba cerca de lo que hacian Blue Nile con los teclados sintéticos, algo que es difícil de tragar salvo que te lo den tan tamizado como ellos, lleno de nostalgía de calles wet with rain. Preciosa interpretación, primer escalofrio de la noche, de su época cienciológica.
Days Like This, que la siguió estuvo magnífica, a pesar de siempre esperada y de representativa del público, que lo tiene y mucho, de greatest hits. Y es que aparte de histórica por el tema del proceso de paz en la Isla Verde es una staple del blue eyed soul como la copa de un pino.
El tributo al eterno creador del invento Mose Allison (casi las únicas palabras que pronunció, el nombre y apellido del genio americano) con If You Only New, nos habló de tiempos en el Soho londinense donde los enojados chavales iban al Marquee a empaparse de las lecciones de los maestros yoda. En fin, lagrimilla, lo hace tan bien, Van se confunde con Mose, lo aprendió todo con matricula de honor, lo que incluye hacerlo totalmente personal.
Aunque me lo tuvo que pispar mi amigo porque con la primeras frases y el arreglo no me cosqué, llegó tras un In The Midnight más normalito, la sorpresa (el día iba de cosas gratas inesperadas) de la gigantesca Wonderful Remark, una de las pocas oldies but goldies del set. Y uno se acordó de lo dificil que fue conseguirla en la B.S.O. del King of Comedy y de que Robbie Robertson la envolvió de un manto ochentero chochi pero encantador. Momento de mucha emoción. Ahí recordé el concierto de Dylan en Córdoba y que estos septuagenarios son de la Gods League, de como dice Calamaro, la edad de la no-jubilación forzosa porque son necesarios y hay que disfrutarlos cada vez que se acerquen.
Luego llegaron media docena de cortes previsibles y habituales en su setlist, ejecutados con amor pero con menos interés, Sometime We Cry , él la adora y no me parece para tanto, prefiero Enlightment que si que mantuvo mi atención y mi sonrisa pensando en lo que dijo Danny en Londres.
Sin embargo, destaco Precious Time por varias razones: por su ritmo antillano, calypso y ska y porque me recordó a Amy y a Sam Cooke, a los cantes de ida y vuelta USA-UK, a todo lo mejor a la vez y porque la banda y él la bordaron.
También recordé su I Shall Shing , fabuloso outake de Moondance que nunca entenderé como no metió dentro. Un highlight, estabamos viendo a Van Morrison, el de verdad, no el que parece que tiene ganas de cagar e irse a la mínima alteración de su humor. Y eso no hay dinero para pagarlo, ni gracias suficientes para agradecer que te hayan invitado a presenciarlo y sentirlo. A Van Morrison no te invita cualquiera.
El Baby Please Don´t Go enlazado con Parchman Farm, etc., otra vez Mose, no fue de este mundo y puede que fuera lo mejor de todo el concierto. Por muchas razones: las intensidades, los diferentes micros utilizados, no olvidemos que Them inventaron junto a otras bandas el sonido del Garaje y el rythm and blues de pub, el putoamismo y dominio de los catorce compases, la mística del Delta que se hace urbano en Chicago y neblinoso en Londres, en fin, IMPRESIONANTE. Ahí es donde más sentí verle en un sitio nada adecuado para algo tan sudoroso y letal. El León volvía a rugir y Big Joe Williams desde el cielo a sonreir, también Allen Toussaint cuando citaba eso de que su chica no fuera a ese antro de perdición de Niu Orlins.
In the Afternoon le encontró en otro de esos momentos místicos arrebatadores, en los que los juegos de luces dejaban ver sus golpes de mando con el brazo napoleónicos para bajar las intensidades a cotas de intimidad intimidantes, menudos fraseos, menudos besos en forma de:
The wind is howling baby outside the shack
Train whistle blowin’ from across the track
Esa luz de la tarde, ese momento de felicidad estática del día a día que él domina como pocos.
Moondance estuvo bien, muy bien pero también siempre es esperada y eso le priva de que se le preste la atención debida como estándar que es y clásico del British Rythm & Blues Songbook. Una POM.
Tras un Whenever God shines is lights pelín verbenero para disfrute y palmas del público que solo regala y recibe discos en navidad y no va más que a conciertos caros y un Sometimes I Feel Like A Motherless Children (precisamente del Poetic Champions)  que para la recta final no pegaba demasiado, llegó lo que me tomé como un regalo personal -esperaba que, como en Madrid, tocara Ballerina y así hubiera sido la primera vez que le hubiera escuchado en directo una del milagro Astral Weels, if my memory serves me well.


Pero la cambió por un pelotazo de pasión como es And The Healing Has Begun y no sólo no me importó nada sino que ahí si que se me mojaron los ojos porque es una de las canciones oración más grandes que ha parido ser humano y algo que mi alma necesitaba como el hambre que comas.
Porque quiero volver a caminar por la avenida con estilo, y volver a sonreir y cantar las canciones de antes, como ésta, y que suene la música en mi alma como una campana y sentarnos bajo el árbol con dos guitarras  a tocar sin parar, horas y horas  horas y horas y horas y horas y escucha, escucha, escucha , escucha, te pondré ese disco de Muddy Waters y bailaremos rock and roll, en el callejón de Jerry Roll, cuando la curación haya comenzado.


Credo para uno, el efecto medicinal del inarticulado discurso del corazón.
 
Ya no importaba un Gloria para la galería con esos diez minutos finales de escaqueo y mutis con la banda transformando una canción sagrada en un intrumental de Camel porque yo ya me quedé bajo el árbol, con las guitarras, tocando sin parar celtic soul, y poniendo a mi darling companion ese disco de los ochenta de Van Morrison, ponte tu viejo vestido para la playa, vamos a tomar un zurito y unas pipas Facundo, que como un concierto de Van hay que»probar antes de dejar este Mundo», que Javi* nos contará sus chistes y nos reiremos, sin parar, horas y horas y horas, listen, listen listen.





En fin: un concierto de Van Morrison sentido, enchufado y de la Bella Arruga que si bien no me hizo quitar del top el de la banda de Pee Wee Ellis y Georgie Fame de las fiestas de San Mateo de Oviedo 1995, tiene ya la medalla de plata.


Setlist-Van Morrison- Teatro Euskalduna 11/11/2015


Celtic swing
Close enough for jazz
Higher than the wold
Days like this
If you only knew
In the midnight
Wonderful remark
Sometimes we cry
Playhouse
Precious time
Enlightenment
Keep it simple
Baby please don’t go/Parchmarn farm/ Cry baby
In the afternoon
Moondance
Think twice before you go
Whenever God shines is lights 
Sometimes I feel like motherless child
And the healing has begun
Gloria



*Esta reseña se la quiero dedicar a Javi porque como dice: la metimos en un coño bien grande cuando decidimos que Bob, Neil, Van, Bruce, Sam, Otis, Aretha, Elliott, etc…nos interesaban mucho más que Police, Genesis o U2.
 


2 comentarios

  1. Me alegra mucho Rodri, tuvo que ser algo cuasi sacro. Yo estoy en plena vena Morrisoniana, que es una filia tardía, pero intensa y que no tiene vuelta atrás. Enhorabuena. Abrazo!

  2. Cuanto me alegro, he visto dos veces al León y a esta no he ido por el precio, pero Van es Van y si esta mínimamente en forma emociona, además me gusta el repertorio y me gusta el Van de los ochenta y noventa, me alegro de que disfrutases.
    Un abrazo.

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