Discos Críticas

Del 15 al 18 de este octubre que ya tocamos tendremos al par de Galantes de SF dando vueltas por nuestras latitudes (Barcelona, Valencia, Madrid y Bilbao, por ese órden y sin mísero día de descanso que medie). Buena mandanga, que se dice y prácticamente asegurada a tenor de como las gastan estos dos sobre tablaos («su fama les precede» que diría el presentador). Y enmarcado ello, claro está, en la gira que acompaña a su nueva reseña de este 2015: «We are undone» que, con las existentes excepciones, ha vuelto a recibir una acepción notable por parte de «la especializada»… Dichas excepciones vienen dadas, dicho sea de paso, porque siguen con la inercia del disco anterior, con algo más de electricidad en demérito de una mayoría de sonidos acústicos. A lo que no entiendo muy bien donde se le encuentra el problema… No abusan de ello y siguen siendo reconocibles y coherentes cosa fina (y no, no han «discotequeado» su sonido a lo «teclas negras»… siguen sanos y oliendo bien, sin venderse al susio dolar de lo cool y de mode para los «medios de tendencias»). Antes eran más Pogues y ahora tiran un algo («un algo», insisto) para los Replacements, si se prefiere… Bandas por las que humilde servidor mata y, en resumen, para mi cojonudo todo. Sin embargo, aprovechando que es la primera entrada del dúo en el Exile, hoy nos acercaremos a su primer disco y, en la últimas, el favorito de quien suscribe (aunque, me apresuro a aclarar, estos para mi llevan cinco de cinco de acierto en su obra de estudio hasta momento presente y sin chistamiento que medie).
La historia de Adam Stephens (el rubio de la guitarra y voz cazallera putámica) y Tyson Vogel (el moreno de la batería, coros, guitarras y lo que toque) parece un manual de vuelo guionizado por el señor Disney de lo bonito les queda: dos amigos de toda la vida, desde el consabido garage donde tras años de «picar piedra» logran definir un estilo propio, potente y claramente reconocible, y que (finalmente) emergen a lo burro para convertirse en la niña bonita de la crítica especializada rockera de medio mundo a base de arrojo y talento… Y un par de cojones. Que lo explico esto. Muchos entramos a regañadientes en el juego galante sanfranciscano… «¿Sólo guitarra y batería con el aplauso de lo más populista y panfletario de La Especializada sajona?» (uf, ya tuve bastante de hypes sobrevenidos a genios en tiempos de vacas -eléctricas- flacas de principios de milenio… solo les falta hacer portaditas tricolor… y no es que odie a Jack White, ojo, cuyo talento -como guitarrista, mayormente- ahí está  pero, para mi, su discurso «stooges de baratillo de la mtv» que triunfó desmedidamente en tiempos de barbaridades incalculablemente superiores como TMGE, Bellrays o Zen Guerrilla me resulta el paradigma de lo sobrevalorado en el rock del último trío de lustros, amén de un producto muy bien y cansinamente vendido). Pero, al tanto, Two Gallants son otra cosa muy distinta… Para resumir (mucho): «no quieren sonar como», no, «suenan como». Primordial matiz para quien lo quiera entender o aprovechar. Vogel es un batería descomunal, sin más, y Stephens, amén de buen guitarrista, canta como si Mike Scott se hubiera tragado a Shane McGowan en los temas rápidos, y (por supuesto) al revés en los pasajes lentos. Sumando ahora que este par tiene una facultad de base por la que no saben ni quieren saber de medias tintas en casi todos sus discos: o van a degüello sin miramientos o se te deshacen hasta hacerte llorar. Algo así como la respuesta en clave yanqui a los, ya sospechosamente (por aquello de «y por algo será») más que mentados, Pogues. Folk-punk, sí (llámemoslo así), pero (primordial) folk-punk que és una cosa o la otra prácticamente cada vez. Y ese remarcar «formas puras» y en las maneras conseguidas, yo al menos, se lo aplaudo y respeto. Y mucho. Hace algo menos de una década, cuando los escuche por vez primera, y hoy (antes eran más claramente folkies y hoy tienen más remalazo punkie… ¿y qué?, de momento siempre han sabido jugar de puta madre con las dos barajas). ¿Y por qué no son más conocidos si tan buenos son?… Hombre de entrada ya lo son bastante (serían algo así como el mascarón de proa de los Billy Bragg, Langhorne Slim y gente de ese -plausible- talante y talento de este mundo) pero, ay, ese parón -por circunstancias varias- de un lustro entre el tercer y cuarto disco les rompió un poco el tempo de escalada. Y casi que mejor, en más de un aspecto, pero creo que todavía lo están pagando. Eso, y no tener un tema que se pueda tararear  mientras se monta un taburete del IKEA o se monta el lavaplatos («tun tun-tun tun-tun-tun-tun» o «naranarana-naranarana»… y demás proezas de puro Shubert que se la puso y pone tiesa a las buenas -o/y malas- gentes de muy -MUY- fácil buen conformar en esto del rocanrol).
«The throes», las agonías, y con esa portada del ave con sangre en el pico y tal… Bueno, ellos sabrán. Que con el tema de las protectoras y lo fina tiene la piel todo dios hoy (y entonces) para según qué… Tampoco merece más, está claro, que no pasa de lo anecdótico (e imagino que el querer llamar un algo la atención, con eso de ser el primer disco y tal, tuvo su peso). El primer tema del disco no és «Las Cruces Jail», que está en el segundo y es la burrada definitiva en su discurso más folkie-acerado, pero como inicio «You losin’ out» tiene un encanto como bastante tremendo… La harmónica y cadencia dylanita que se va acelerando y decelerando, la toma de contacto con el registro de Adam, los silencios entre partes que se van juntando relativizando la falta de bass (fluido corta-pega en secciones que logran un todo -con estos sí- homogéneo que suena a bonita canción junto a la bonfire y no a «minimalista laboratorio mágico»). Fetén, vaya. «Two days short tomorrow» es la continuidad de tono e intención perfecta desde la que precede. Silencios instrumentales súbitos para que brille la voz, o las voces, encabronamientos de quilates y (más) deceleraciones que entran como las cañas terraceras en julio…Sin embargo, será en la tercera donde se nos graduen del todo los muchachos… «Nothing to you» una de las canciones de la pasada década. Sin más. Majestuosa, intachable. Un clásico de cualquier tiempo que cayo en las garras de este par de puñeteros y se les hizo bandera desde su primer aliento mientras ponía de manifiesto lo mejor y más elevado que su discurso nos podía ofertar. Para ponérsela hasta el desmayo y punto. Seguir desde ahí es complicado (nos jodió no solo mayo sino todos los otros meses juntos), pero «Crow Jane» y sus ocho minutos de recorrido que van de lo lastimoso a lo enteramente crepuscular con el cello, el coreo y demás (y la certeza más que sensación de que, en efecto, también hicieron Adam y Tyson sus buenos deberes con la Band) cumplen, y con holgura, sin problema a encaber. Tras el paseo por el desierto (que también se puede pasear por él sin ser stoner de militancia -y aunque Gelb ya nos lo enseñara hace tanto, si-) nos volvemos a la posada pirata de «Fail hard to regain«. Nos volvemos a la rabia, la alegría de sentirse vivo, con sus berreos, las cuerdas rasgadas entre partes, su tempo creciente, la harmónica relevando a la voz que volverá para al final en putámico y más reposado broche («hey!», harmonicaza y para la casa, bravo chavales) … Si por mi fuera y por contrato tendrían que poner media docena como ésta en cada disco o no se les edita y punto… Aunque, en efecto,  no es problema ello porque -thanks god- tienen varias de esta guisa en su discografía, ni qué decir.
Tiempo para el tema titular, «The throes«, y otros ocho minutos de viaje que, caray, todavía molan más que los anteriores ya disfrutados. En verdad, y se puede leer, escuchar  y contrastar sobre el tema, esos temas largos (o relativamente largos) que se retuercen sobre si mismos en la -en efecto- agonía, son posiblemente el rasgo más distintivo de esos primeros pasos de galantería y, seguramente, lo que les supuso un reconocimiento (a distintos niveles y desde muy distintos lugares) tan temprano. Muchas tempranas y compulsivas escuchas a los viejos discos de Dylan de tios y primos se adivinan con facilidad en estos dos músicos, diáfano ello (la inercia al «storytellerismo» recalcitrante y las formas elegidas les delatan un mucho). And now… Qué cojonuda es también «Drive my car«. Tema de empape de estos cabrones que te atrapa sin esperarlo (con ese parar casi del todo por en medio) y que no és sino el reverso countresco a la descrita posada pirata de antes en «Fail hard…» (se sacrifica parte de histeria, si, pero también funciona sin máculas se quieran buscar ni polleces de a granel). En la penúltima de Cuba nos llega «My Madonna«, junto al cuarto corte ya apuntado el punto más pausado del disco que, atención, encierra algunos de los momentos más sentíos del lote, una melodía tan arrastrada como definida que les permite jugar con ello como del badajo les salga y, cómo no, un Stephens que realiza una nueva exhibición de dominio de voz y cante jondo del Oeste que se queda descansado el cabrón. La despedida, finalmente, le queda a «Train that stole my man«. Otro de los, ya a estas alturas, himnos del combo. Canción que por momentos, en su estirado inicio, puede asemejarse a alguna soundtrack de Cooder o Young con guitarra reverberante  para algún film (o filmazo en ambos casos que vengo a referir) pero que, a posteriori, se desenmascara como otra melodía de calidad innegable. Es, según lo entiende uno (o quiere entender, al menos) su apuesta a la hora de presentar algo tan rotundo como el tercer corte a la vez que un desarrollo menos inmediato y más intrincado, como en buena parte del resto del álbum. Y apuesta ganada, si (que es que se veía venir), con lo que ya nos hemos merendado el disco. Aunque, eso sí, esto de inmediatamente abajo no se lo ahorro a nadie… Imposible ello.

Tras esto, un añito para pasear y presentar al niño, con «Las Cruces Jail», «Steady rollin» o «The prodigal son» (y demás) esperando ya a la vuelta esquinera a fin de seguir con la verbena… Y hasta hoy, ya bien superada su década de existencia. Que, a pesar de lo ya explicado del lustro de inactividad  «corta-rollos» en estudio que se nos cuela por ahí en medio, Two Gallants, mientras lo contrario se nos demuestre, no falla en las puntadas y parece que, salvo imprevistos, tienen mucho hilo por usar todavía.

 
Two Gallants – «The Throes» (2004) : 9 / 10
01. You losin’ out/ 02. Two days short tomorrow/ 03. Nothing to you/ 04. Crow Jane/ 05. Fail hard to regain/ 06. The throes/ 07. Drive my car/ 08. My Madonna/ 09. Train that stole my man.

Por Guzz.

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6 comentarios

  1. Te acuerdas de mi fallida PB?? Pues por entonces este que te escribe ensoñaba y ensoñaba con este disco de fondo. Es prácticamente el único de ellos que conozco y si, es un disco enorme. Buena reseña, abrazos guzzeros!

    1. Pues si te gusta éste Ned ya has hecho el poso para el gusto. El resto baja solo, como la Guinness, y no te das ni cuenta y aunque, que también es verdad, no sería este el que se recomendaría de base a alguien que les quiera empezar a escuchar (eso sería mejor el segundo o los dos últimos). Y desde luego el disco, en su segunda mitad mayormente, ya da para una o diez sanas ensoñaciones (integrando en la primera parte su primera remesa de tornadas más sintéticas o emblemáticas… lo tiene todo el cabrito pues, obvio, cuenta además con las frescuras del caribe que todo estreno debe poseer para ir bien).
      Abrazo Ned.

  2. Esto de hoy es un discón de cagarse pero en general aunque aprecio mucho a los "galantes" y soy consciente de su calidad tienen algo que no acaba de convencerme del todo, no me preguntes qué porque no lo sé, es más una sensación absurda, algo de no conectar del todo… no sé, será que me estoy quedando calvo….

    1. Pues me despista mucho ello Archieneking… Suenan de cojones, todos los discos tienen nivelón, el tio tiene una vez acojonante y el tipo de música que hacen encaja, al menos a priori (con perdón por lo de suponer gustos ajenos, que ya sabes no me mola nada), con cosas de tu gusto. No haré un alegato en contra de todos esos hypes sobrevenidos a más desde hace quince años para no aburrir y a fin de aupar a este par, ni diré que (seguramente) son la única banda 100% neomilenaria por la que me juego los chococrispis de forma completa… Pero, insisto, me sorprende su afirmación. Tema de percepciones y farmatines, i guess.

  3. Me parecen un bandorrio de de mucho cuidado, este es su mejor disco seguramene, pero el último me gusta más que el chocolate, y el chocolate me gusta mucho, sobre todo untado.
    Una única pega, se vienen de gira y me pillan en el extranjero, me ha mirado un tuerto con los conciertos esta claro.
    Abrazo.

    1. Salvo hecatombe, por juventud y estado de forma se les presume a Adam y Tyson, no creo sea tú última oportunidad de verlos live ni mucho menos… Disfrute de su viaje con total impunidad y no se descuide el flamante "We are undone", y aunque ya nos lo sepamos de memoria a estas alturas (qué buen disco Addison !… de maestro chocolatero suizo, ya te digo).
      Abrazo !

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