Críticas Discos

«Pasarse de frenada». Salirse de margen o/y hacer exceso en alguna práctica por abuso u error, sino ambos dos. Y, en síntesis (y para lo que se pretende indicar, hoy aquí): una de las metáforas recurrentes que más veces hemos leído o escuchado extrapolar en relación a un sindios de cosas… Sin embargo, curioso o no, dicha imagen no tiene una forma antagónica clara… En verdad, ¿alguien ha visto u escuchado alguna vez del concepto «pasarse de arrancada»? (o por lo menos fuera de ámbitos deportivos)… Bienvenidos pues al mundo de Jonathan Richman y sus Modern Lovers.
Cabe decir (o no, pero lo hago caber de todas formas con perdones mil por la ordinariez) que con este disco estamos ante un auténtico y genuino «clásico por cojones» en la Historia del medio. Cuesta mucho en realidad encontrar un trabajo, en ese valhalla de tótems e intocables del Rock, cuyas circunstancias sean más atropelladas e incomprensibles que las que envuelven a de «The Modern Lovers». Es un asunto (o varias docenas de asuntos, en justicia) harto conocido por fieles y simpatizantes pero, sí, en esta ocasión creo que debe quedar ello recalcado en fuego y mármol a fin de tratar de explicar la dimensión de, el HOY, tan renombrado álbum… Álbum que empezara a fraguarse en 1971 para acabar de ser alumbrado en 1976, con todo el lio cimbrelero que deriva y ello por si solo (a mi entender) requiere de la parrafada que sigue…
El punk, con todas sus variantes y desvariantes, es frecuentemente reconocido (puro consenso -o casi-) en dos ramas principales desde una básica premisa de «deconstrucción» que alimenta siempre la caldera principal. Por un lado tenemos la vertiente «broncas» del tema: el viaje que se inicia en los últimos 60’s de Detroit, donde se capta la que se viene liando desde hacía un buen tiempo en el estado de Washington con los hoy resucitados The Sonics junto a  algunas otras bandas de menor repercusión (por lo menos de cara a la posteridad), para llegar a los medios y últimos 70’s de NY (donde se realiza también y previamente una -indispensable- parada para repostar a costa de Johansen, Thunders y cia) y, finalmente, acabar cruzando océanos y tal. Por el otro, en efecto y que esto es así, nos queda el reverso más arty (aunque no menos rockero, primordial matiz) del tema. Con lo que, faltaría, nos vamos a las latas de sopa, el banano de marras con antes Reed & Cale tocando en la street y, desde ahí, a deshilar madejas hasta el fin que ancha es Castilla. Y Richman, llegamos ya a él, fue el primero (claramente, además) en percatarse del tema por lo tocante a esa segunda rama del árbol. De pillar ese chiste y hacerlo igualmente propio. Se puede relativizar, como todo a mala leche y de sentir la (algo mezquina) necesidad, en el sentido de que no deja de ser «tema generacional» para el creador de «Roadrunner»… Esto és: «él ya estaba ahí» y no dejaba sino de ser «otro fan obsesionado con la VU» (hasta se puede leer en varios sitios que el tío pretendía calcar el registro de Lou). Por ende: si tan bueno era/n, ¿por qué este único disco editado, con la banda ya extinta y tras tantos años transcurridos desde su origen, es tan jodidamente especial?… Por partes. Y la primera en la frente: por mucho que cierto inglesito que cantara a «rarezas espaciales» los pregonara como lo mejor desde Mozart, ¿realmente alguien piensa/cree que la famosa banda de la Factory fue algo similar a los Beatles, Creedence, Stones, Beach Boys y demás en aquellos tiempos?… La apuesta de Richman tenía muchas cosas pero, en ningún caso, la palabra «fácil» u «obvia» debiera asomar. Por una cuestión u otra (elijan su favorita), lo cierto es que se adelantó a todo dios… Se adelantó a los «Horses», a Verlaine y Wynn, a Byrne y a los Feelies, a los Sonic Youth y, en definitiva, a cualquiera que alguna vez haya cometido la osadía de tratar de aportar algo más que tres acordes berreables (en menos de dos minutos, de ser posible) al bicho este del «punk». Así de importante es para la Historia el señor  Richman y, por extensión, lo son igualmente sus modernos amantes. Pero, claro, en pleno apogeo (1971 y años inmediatamente posteriores, no se olvide) del prog rock, con Zep y Purple mandando, la ulterior llegada del soft rock y las mil y una variantes/posibilidades setenteras más a encaber, lo de Modern Lovers era algo así como un «ir para atrás» según algunos sectores hijoputescos y rematadamente cegatos de la industria… Fatal error, hoy felizmente subsanado pero que, sin duda, todavía escuece al pensarse siquiera un poco. Como ocurre con Big Star en el llamado power pop , y atención a los paralelismos también fatales, The Modern Lovers es un km. 2 que recoge lo inmediatamente anterior (que les -nos- interesa) para seguir haciendo camino mientras propone una personalidad única y también fácilmente ubicable (como en el caso de la Estrella de Chilton y cia con Beach Boys, Byrds y demás, lo de Richman y la VU no es sino un testigo recogido, nunca jamás un mero calco insustancial). De hecho, será vital su legado que su sombra no solo se proyecta sobre esas bandas y gentes mentadas que seguirán «deconstruyendo» -pelando plátanos, vaya- sino que llega sin problema al nacimiento de la llamada new wave (ya mentamos anteriormente de pasada a los Talking Heads, a modo ejemplo, pero basta escuchar un par de canciones del maestro Lowe, en aquel sagrado segundo lustro setentero, para intuir la continuidad, -más/menos evidente-, que se destila desde el trabajo que hoy nos ocupa). Y así que nos estaríamos largas horas, dando tumbos sobre las inagotables virtudes de un elepé que de tan enorme suele ser recurrentemente apuntado, de forma seguramente más cruel que paradójica visto en perspectiva, en los primeros puestos de «best records ever»  en no pocos lugares y en presentes días… ¿Qué la mística de cómo fuera fraguado o el pertenecer de alguna manera a la historia velvetera -el grueso del disco está producido por Cale-  ayuda?. Sin duda. Es algo que suma, evidentemente. Pero no tanto como la acojonante música que integra. Que es lo que en verdad le hace eterno y lo que más debe importar siempre. Y de hecho, sin más, a lo que ya vamos…
Y es que ya lo deja claro de entrada la archifamosa «Roadrunner«: «I’m in love with R’n’r…». El correcaminos que hacía y hará siempre de declaración de intenciones mientras, de paso y ya puestos, se recuerda a esa Boston donde naciera la formación y, mayormente, cómo no, genera un más que marcado sentir la vida con esa música del diablo ejerciendo siempre de inamovible común denominador… La tierra en el cielo y al revés para cualquier fan de los Replacements que se precie ni que sea un algo, mismamente y por ejemplo rápido. Y qué listo fue el puñetero incluyendo los teclados del futuro «tarro parlante» Jerry Harrison. La base rítmica de Robinson y Brooks es irreprochable, de cajones ello, pero el estilo a medio camino de lo achulapado y cansado de Jojo al entonar, y ese movimiento continuo que proyecta la célebre canción, multiplica lo indecible sus activos al toparse de morros con las notas de Harrison. Igualmente tremenda «Astral plane» que quizá sea en efecto un jocoso choteo abierto al «hippismo» como suele  aceptarse (el título invita, sí) pero que, sin duda, no dejá de ser también un «homenaje» al onanismo casi evidente… «No quieres verme más, (…), pero esta noche en mi cuarto estaremos juntos en el plano astral» (etc). Y tampoco se baja el ritmo para «Old world«, estaríamos buenos… Una de mis predilectas con holgura. Razón: se ha escapado del «Marquee moon», la muy cabrona. Tal cual. Le han puesto los teclados para disimular pero a mi no me la dan. Y, mira qué cosas, ese disco es mi predilecto, obviando «dobles» y «directos», firmado jamás por banda alguna… A qué más. Aunque, bueno, «Pablo Picasso» para cerrar la primera cara… Más allá de ser un tema harto versionado (por el mismísimo Bowie sin ir más lejos), las guitarras del propio Richman se adelantan por tanto a las gloriosas marañas de Sonic Youth, a la orfebrería (de nuevo) Televisiva o al marchamo de Patti (y entre un sindiós de cosas más… volvemos sobre lo de siempre, vaya) que acongoja al más pintado. Lo dicho: «clásico por cojones». Pero sigamos que al girar la tarta (desde ésta, su versión analógica de nueve temas más reconocida) hay más, of course, muchísimo  más.
Con «She cracked» nada menos que se inicia la B side. Cancionaca sideral. Y triste, en efecto,  que no engañe su tan vivaz emgalaje sonoro. Una separación pensada, no exenta de pesar ante la certeza de ese imposible poder cambiar (y seguir) a la otra parte con la oportunidad frustrada que queda finalmente en remanente. Y otra nueva certeza, en verdad: el que no se olvida en absoluto Richman de Iggy y cia a la hora de pasear el carrito por el super. Más aplausos pues y sigamos. «Hospital«, por sus partes, es putámica a cualquier nivel… Sin más. El sentido lamento del disco que se acelera en inesperado y espasmódico giro. Pieza maestra que es el tocarse para fans de variopintas hazañas posteriores como el «Straight to hell» clashero, los «Crazy rythhms» de los Feelies o el incomprendido (pero magistral) «Don’t Tell a Soul» de los Mats, a modo de nuevos e ilustres ejemplos fugaces. Todo ello obviando que estamos ante una de las mejores letras ever por parte de alguien que, de siempre, se ha caracterizado por su finura y acierto en ciernes. «Someone I care about» se acelera sin miramientos y, nuevamente, quedamos ojipláticos al reparar en la cantidad de cosas ulteriores que hemos escuchado dando giros desde ahí. Richman deja claro el tipo de chica que quiere o, mejor, la que no quiere (» I want is a girl that I care about, or I want nothing at all») en esta vivaracha pista que deja cierto poso de chanza (o crítica) privada y velada a la que se nos invita. «Girl friend» (sutilísima separación que da todo el sentido a la bonita letra) es el paseo bucólico por el parque del lote. Amén del momento más abiertamente Reed (modo solateras) aquí hallable. La octava maravilla que ya contamos, en cualquier caso… y esperemos que no la cague/n al final… Y (obvio) nada más lejos, no creo hubieran dudas.  «Modern world» stoniza a la Velvet (de su disco epónimo, mayormente)  como quien se rasca donde quiere. Con una facilidad casi insultante.Y si en la primera cara se decía adiós al «old world», aquí se asegura estar feacientemente enamorado del «modern world» (y lo que depare) ya a modo perfecto broche y atendiendo a la despedida de un disco que, en efecto, debió ser generacional… Y lo fue a posteriori, joder qué sí. Pero, perra lástima, no para su generación (por todo -y más- lo anteriormente explicado). Eso sí, antes del breve balance final, debe decirse aquí que quien quiera coleccionar la obra al completo (o casi, que quedarían las «bonus» encontrables en versiones digitales y alguna que otra cover suelta) de las grabaciones de «los amantes modernos», debe agenciarse perentoriamente el también excelente elepé editado en el 77 bajo la firma «Jonathan Richman & the Modern Lovers»… Después de ello, lógico, queda ya el pelearse con la no poco extensa obra en solitario de Jojo. Pero eso, ni qué decir, ya es batalla para otra día.
Conclusiones. «The Modern Lovers» -el disco-: un irrepetible, necesario y eternamente honorable pulso perdido al mundo que lo despreció en su momento pero ganado sin duda a la Historia a la que, claramente, se ha terminado por follar en crudo en aras de su grandeza. Imprescindible no hace meramente corto… Es que se «pasa de arrancada», en realidad.
 
The Modern Lovers – «The Modern Lovers» (1976 ) 10 / 10
01.Roadrunner/ 02. Astral Plane/ 03. Old World/ 04. Pablo Picasso/ 05. She Cracked/ 06. Hospital/ 07. Someone I Care About/ 08. Girl friend/ 09. Modern World.

Por Guzz.

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2 comentarios

  1. Hola Guzz, tengo desde hace muchos años un sampler de Munster editado por Rockeelux, en el que viene una versión (mi favorita, por ser la primera) de Pablo Picaso en directo. La canción es de mis favoritas ever, pero sincéramente, este elepé nunca lo he oido. Tendré que poner solución. Saludos guzzeros!

    1. Pues te aseguro que pocos gustazos se comparan para mi en esto del rocanrol a ponerse del tirón "Horses", éste de hoy y "Marquee moon" (y a veces, ocasionalmente, también el tan cojonudo estreno de Dream Syndicate o aún el de los Feelies), para primero caerse de culo sin remisión uno por la abrumadora calidad, y segundo percatarme por enésima de lo inabarcable, inalcanzable y descomunal que fue la Velvet a la hora de propulsar y dignificar la música del diablo. En fin, que de verdad que "me gusta un poco" este disco, Ned.
      Y abrazo guzzero !

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