Críticas Discos Especiales

«La preocupación de Wolf era que estos chicos no podrían tocar, y nunca harían un disco de blues, y creo que cuando se fue, estaba sorprendido y feliz, había sido una muy buena sesión. Estos chicos habían tocado el blues.» Norman Dayron

Estoy en blues mode on. Ahora mismo tengo a Clapton en un pedestal y no me cabe reivindicación que cubra lo grandioso de su legado. De los 80 en adelante, vale, no hablemos, hizo cosas buenas y otras muchas cuestionables, pero su legado es inmenso, The Yardbirds, John Mayall, Cream (ya reseñado Disraeli Gears por el redactor Savoy Truffle), Derek… Mi intención desde ya hace un tiempo era traerme el blues de la mano de Mano Lenta y opciones tenía varias pero finalmente he preferido exiliar uno de mis discos preferidos de Blues ever y de paso reivindicar a Wolf como uno de los músicos más influyentes del rock. Ladies and gentlemen: The London Howlin’ Wolf Sessions.
Que soy un mitómano es algo que cada vez tengo más claro, la música primero por supuesto, pero cuando va acompañada de una buena historia con anecdotario digno de las leyendas que lo protagonizan, entonces como que me despierta el ansia melómana e incluso me produce continuos cosquilleos estomacales además de ser mi dimensión paralela de esparcimiento, vamos. ¿Que hay otros artefactos similares? pongamos el Fathers And Sons que reunió a Mike Blommfield y Paul Butterfield junto a Muddy Waters y Otis Spann, justo unos meses antes y también de la mano de Norman Dayron, hombre fuerte de la Chess, y casi al mismo tiempo la versión de Elektra con el disco Hooker’n’Heat, con John Lee Hooker y Canned Heat. Pero si he de elegir en estas lides me quedo con la visita de Howlin’ Wolf a Londres.

Lo bonito de estos artefactos es básicamente el choque generacional entre dos maneras diferentes de entender el blues, un encuentro entre alumnos y maestro. En el caso que nos ocupa, por una parte el mítico e influyente blues de la Chess personificados por Chester Burnett y Hubert Sumlin, y consideremos a ambos bajo la denominación Howlin’ Wolf para merecida gloria del guitarra. Y por otra parte a los jóvenes músicos que tuvieron en el blues eléctrico de Chicago su mayor inspiración y a estas dos figuras míticas como maestros, tanto The Yardbirds como los Rolling Stones, y por supuesto Cream, habían versioneado alguna canción de Wolf. Figurines de lo cool de entonces que aunque nunca se habían roto la espalda en los campos de algodón y ni tan siquiera podían imaginarse que consecuencias podría tener en sus carnes la segregación racial, supieron hacer suyo un lenguaje arcaíco pasándolo por el tamiz energizante que el rock’n’roll les había proporcionado unos años antes, una regla de doce compases que además en cierta manera les dió el arma perfecta para dar mayor trascendencia a sus inquietudes vitales y desmarcándose del halo juvenil del beat y el pop tan de moda, siempre con reverencia al beatles-everywhere, por supuesto.

Dejo claro de primeras que John Mayall y Alexis Korner (Blues Incorporated mediante) son y serán para mí los auténticos pioneros de la british invasion en modo blues, añadamos Peter Green. Pero si tenemos en cuenta en que momento surgió la idea es normal que Dayron pensara en artistas de mayor tirón para de paso intentar amortizar a unos artistas que en su país de origen ya no se tenían tanto en cuenta y/o se consideraban agua pasada, pero que en cambio aún gozaban de un aura de autenticidad más que considerable en las islas británicas, circunstancia que andaba el hombre de la Chess explotando en esos momentos.

Al final no pudo existir mayor enganche para tal proyecto que Eric Clapton, punto de apoyo de Chess en estas sesiones y auténtico catalizador artístico, con la ayuda inconmensurable y la consistencia de la sección rítmica de los Rolling Stones, a ellos se unieron Ian Stewart, la joven promesa Jeffrey M. Carp, harmonicista con gran proyección y técnica exquisita, que con un contrato discográfico bajo el brazo falleció meses después en un accidente, una auténtica lástima, pues su labor aquí es fundamental supliendo a Wolf de manera magistral en labores de soplado. La guinda la puso Steve Winwood quien añadió su parte finalizadas ya las sesiones. De acuerdo, no es la obra más significativa de ninguno de los participantes, pero más allá del blues de la mecedora y de todo lo que cuelga… señores esta grabación te hace revivir un momento único y si hablamos de la reedición que tengo entre manos, ya casi os diría que en primera persona.

La grabación de éste álbum tiene anécdotas por doquier, historia del rock. El primer día de grabación fué un auténtico desastre, la presencia de Mick Jagger y algunos beatles, junto con las groupies de turno pululando alrededor, organizó un revuelo en las inmediaciones dignas de los tabloides de Carneby Street, fue el gran acontecimiento del año. Para más inri ni Charlie Watts, ni Bill Wyman aparecieron por allí. Esa primera sesión fue salvada por los pelos por una sección rítmica inusual para estos menesteres, Klaus Voorman y Ringo Starr, aquí Ritchie por obligaciones contractuales, que pese a las reticencias de Clapton cumplieron su papel, del primer día solo salvaron para la primera edición del disco una fantástica versión de I Ain’t Superstitious, todo sea dicho, muy buena y que fue mejorada a posteriori con la sección de vientos de los 43rd Street Snipers, la reedición incluiría dos canciones más con Voorman/Starr en bajo y baquetas respectivamente. Ese primer día Mano-lenta casi llega a tirar la toalla, sobretodo cuando Burnett desesperado por el panorama le zarandeó, le acojonó hasta el punto de no querer volver al día siguiente, una escena digna del mayor de los biopics. Dayron ejerció su papel diplomático para que todo no se fuera al traste.

» – estos blancos no la saben meter»

Al día siguiente, con la llegada de Watts y Wyman, Clapton ganó en confianza, los stones tenían muy bien interiorizadas las máximas del género y eso aportó consistencia y seguridad, segunda sesión que dejó para la posteridad Rockin’ Daddy, Poor Boy, y Wang Dang Doodle. Le siguieron en la tercera jornada unas muy correctas Sittin’ On The Top Of The World, Do The Do y Highway 49. Aunque la tensión del primer día continuaba en el ambiente, la incredulidad de Wolf sobre el éxito de la empresa, junto a la veneración que profesaban los jóvenes por el americano, supuso una enorme barrera casi insalvable para hacer creible la combinación, el mal humor del viejo bluesman no ayudó para nada a mejorar el ambiente de trabajo, y para colmo a la salida del estudio a altas horas de la madrugada Howlin’ Wolf desapareció de entre los asistentes, finalmente Norman Dauron encontró al bluesman tirado en la taza del wc con los pantalones bajados y desmayado, sus problemas de corazón aparecían de nuevo y un amago de infarto apunto estuvo de llevárselo al otro barrio, tal situación, nervios y salud, pusieron de nuevo en jaque las sesiones.

El punto de inflexión vino al día siguiente en la cuarta sesión con la canción The Red Rooster, que si Burnett era un lobo aullador, Clapton un astuto zorro que supo llevarse el gato al agua. Jugando al despiste le acercó la guitarra a Wolf, una vieja Sears Silvertone y le pidió por favor que les enseñara como tocar la canción, como pillar el feeling, Wolf accedió a regañadientes, cogió la guitarra y comenzó a tocar estilo slide indicándoles los cambios a cada compás, el grupo que ya se la sabía de sobra, escuchó en silencio y siguió aldedillo las indicaciones. En definitiva esa acción de Clapton rindiéndose a Wolf y arrodillándose a su merced, rompió el hielo que impedía una mejor fluidez creativa, y por otra parte, las rockstars vieron en Clapton el líder al que seguir, jugada maestra. Podéis escucharlo vosotros mismos en el documento audiovisual que he subido para la ocasión, historia de la música en vivo y en directo.
Entonces Howlin’ Wolf se soltó, algo que puede notarse en el resto de canciones de esa cuarta sesión, magistrales las tomas de Who’s been Talking?, Worried About My Baby, What A Woman y Built For Comfort, esta última posiblemente la mejor versión jamás grabada, y como con I Ain’t Supertitious con los 43rd Street Snipers apuntalando el trallazo con su sección de viento. En tan solo cuatro sesiones, maestro y alumnos lograron pisar un terreno común donde los campos de algodón y la swinging london se daban la mano, un feeling clásico barnizado con una fina capa británica de mucha clase y con sus participantes en sus respectivos mejores momentos. El resultado es grandioso y aun hoy en día muy disfrutable.

Importante la elección de las canciones por parte de Dayron, quien más allá de ofrecer un grandes éxitos, dió a conocer algunas de las canciones menos conocidas de Howlin’ Wolf, el mejor ejemplo Rockin Daddy rescatada de una de las primeras grabaciones datadas de 1954. Apuntar que Norman Dayron llegado el momento de la mezcla se tomó la libertad de meter sobre lo grabado algunos overdubs ayudado de gente de Chess, piano a cargo de Lafayette Leake y el bajo por Phil Upchurch, eso si, en tres de las canciones anteriores al cataclismo de The Red Rooster, cosa que no quita lustre ni méritos a este encuentro en la cumbre. Lástima que la corte british dejara relegado a Hubert Sumlim al papel secundario de guitarra rítmica detras de Clapton, es la única pega que le veo a esta grabación, un duelo a base de licks entre Mano-lenta y Sumlim hubiera sido un auténtico lujo.

Recomiendo con los ojos vendados la versión Deluxe del año 2002, vale cada céntimo, versión ampliada con tres canciones más, muy buena versión de Killing Floor, y un segundo disco que te transporta en primera persona y a primera línea a las sesiones de grabación. Penúltimo disco de Howlin’ Wolf, artista básico e influyente para algunos de los músicos más venerados del rock. Sin él la british invasion no hubiera sido la misma. Sesiones que además erigieron a Clapton como perfecto maestro de ceremonias y señor del blues. El lobo aullador por su parte logró superar sus achaques y dejar patente una vez más que al juego del blues casi nadie le hacía sombra. Dicen las crónicas que meses después pudieron presenciarse en el sur americano algunas de sus mejores actuaciones, esos chavales británicos modernos le dieron mucha vida y las ganas de seguir adelante.

The London Howlin’ Wolf Sessions (1971) 9/10

1.- Rockin’ Daddy / 2.- I Ain’t Superstitious / 3.- Sittin’ On Top Of The World / 4.- Worried About My Baby / 5.- What A Woman! / 6.- Poor Boy / 7.- Built For Comfort / 8.- Who’s Been Talking / 9.- The Red Rooster (false start and dialog) / 10.- The Red Rooster / 11.- Do The Do / 12.- Highway 49 / 13.- Wang-Dang-Doodle

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3 comentarios

  1. Pues siendo como soy seguidor de Clapton nunca escuché este disco pero no tardaré en hacerlo después de semejante gran reseña que has parido. Me pongo a ello y te felicito, un gran post, de esos que nos gusta leer en el exilio.

    1. Yo creo que te gustaría, muy en la linea del disco junto a Mayall, aunque evidentemente es difícil que tuviera la misma repercusión en esa época. Pero hay mucha calidad. Si no lo encuentras me avisas y te mando la versión Deluxe
      Saludos y gracias por pasar my King

  2. Joder que post mas bueno, Wolf es la pera y desde luego el legado de Clapton es impresionante hasta esos ochenta, luego hay de todo, pero nunca tan bueno.
    No conocía este disco, la historia que nos cuentas es jugosa y creas una sensación de mono de blues que me la calmo hoy como sea, no conozco el disco pero me pongo en su busca.
    Saludos.

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