Críticas Discos

Este es un texto, a priori, claramente avezado a la controversia y/o a la rotunda indiferencia… que ojalá que no y esté equivocado, está claro (que no se me da nada mal el tema -el equivocarme, se entiende-). Por un lado no creo que ningún compañero en este exilio que compartimos esté para nada con nuestros protagonistas de hoy (que a saber, ojo, cosas más raras se han visto), y por otro está el tema de la intrusión de género por parte de alguien (servidor) que, sin despreciar para nada el tema metalero, lo cierto es que ya hace muchos años, décadas en verdad, que no está por la labor (recupero de vez en cuando a los Metallica de «Ride» al negro más un par concretos de Anthrax pero, desde luego, me paren de contar del todo desde ahí). Sin embargo, qué cosas, de siempre (o desde algún momento del segundo lustro ochentero, puestos a precisar) he sido de «los Maiden»… y ni «guilty pleasures» ni mandangas raras: me gustan de verdad y sin pero que (me) compute. Además me gustan más que nada en su forma más tópica y recurrente… Los Maiden con Dickinson, los ochenteros, con las macrogiras, los Eddies gigantes, los brutales diseños clásicos de Derek Riggs y demás. Y aunque sus fans más militantes siempre traten de mediar, lo cierto es que aquel par de capítulos noventeros con el tal Baley es una estación donde nunca he podido deternerme (ni inténtandolo con las mejores intenciones/tesones, se lo prometo). Mejor considero, obvio, los dos primeros y totémicos discos con DiAnno (sobretodo el primero, por ser las cancionacas que son, sí)… Pero nada, «mis maiden» serán siempre con Bruce (incluyendo los cuatro neomilenarios que llevan desde «la reunión»), y aún constándome, de forma cristalina, que muchos de los argumentos «en contra» por parte de sus detractores giran siempre alrededor de su tan peculiar y ubicable registro. En cualquier caso, y aún a riesgo de ser acusado de robar «caché» al espacio o vaya usté a saber que gaita, pienso que los hijos del metal también tienen madre, amén de su cultura propia (cosa que me merece un respeto aunque no faltará nunca quien se lo niegue/ningunee), y esto de hoy, imagino, lo pone uno o -directamente- no aparece jamás aquí… Cuestión que, por cierto y otro lado, me supone un enorme placer, dada la estima que le tengo a banda y álbum.

¿Y por que «el séptimo hijo»?. Pues miren, básicamente por ser uno de mis tres elegidos de siempre junto al inalcanzable «Powerslave» y, sí claro, «el number» de marras. Dicho ello sin obviar el impresionante directo del 85, «pieces» y «somewheres» que, no se dude, también tengo más que harto empapados al milímetro auditivo. Además, junto al disco de «Aces high», me parece el documento (dentro de su período clásico) donde mejor queda expuesto el hecho de que con Iron Maiden, o desde la entrada del «cantante-piloto-lanzador de esgrima» (y más) al menos, estamos ante una banda de rock progresivo -con marcada tendencia a los octanajes desmedidos y los solos guitarriles- convenientemente disfrazada de heavy metal… Y esa retroalimentación (tan extraña, al tomar certeza de ello) es una de las cosas que más me fascinan de siempre de este personal. Mucha gente, y desde su partida en el 81 que ocurre, sigue extrañando a Paul DiAnno y jamás acabó de comprender porqué fue despedido (pues esa es la palabra por azúcar se le quiera echar) en realidad… Y más que fácil ello… Pese a quien lo haga, se necesitaba la grandilocuencia, tonos y teatralidad revienta-estadios de Dickinson. Este grupo es, en última y primera instancia y por supuesto, el juguete de su líder bajista y, partiendo de ahí, las influencias primarias de Steve Harris siempre fueron más en la línea de Jethro Tull y los primeros Genesis que otras cosas del tipo Sabbath, UFO, AC/DC y demás (aunque su influencia, nunca negada, también asomará de higos a lo otro). Así que, para seguir sumando, al descubrir el fantasbuloso concepto «twin  guitars» de la banda de Lynott (siempre Lizzy !), el tema ya le acabó de cuadrar del todo… El resto son dibujos, oropeles, conveniente pose (cosa lógica y que no debiera restar en este caso ya que proviene de parte de una minoría que apenas gozó de difusión en los medios) y, sobretodo, conciertos… miles de ellos. Así pues, que nadie se confunda, hoy día puedes tener a Eddie hasta como tapete de mesa y la banda, por tener, hasta tiene su propia marca de cerveza pero, ojo, que se lo han currado la de dioses y satanes (y bastante más allá de lo razonable, incluso) es algo impermeable a cualquier tipo de debate, y por mal intencionado sea éste.
Sea como fuere, «7th son» es el segundo disco con sintetizadores de Maiden (y cómo se cachondeaba Dickinson de si mismo, en el conocido rockumental de los «Early days», de su pomposidad de años anteriores en aquella boda polaca -«esta música no se puede tocar con sintetizadores», que le espetaba entre copichuelas al fan de turno-). Grandiosa continuación del siempre algo menospreciado «Somewhere in time» (disco que me gusta la de diox, por supuesto -más incluso que «piece», y a pesar de no tener al puñetero e imbatible  «trooper»-), cogiendo el relevo en formas y llevándolo al límite y más… De hecho, existe algún documento donde algún miembro de la banda confiesa que tenían la certeza al terminar el disco de: «ya está hecho, tocamos techo y ya no podemos ir más allá». Y no es para menos. En verdad, aunque la banda ha seguido pariendo discos perfectamente válidos y, sobretodo, grandes canciones determinadas, ningún disco de estudio posterior le sostiene dos segundos la mirada a este que hoy comentamos. Y tras todo lo que precede (que ruego se entienda el que no escatime palabras en el texto habida cuenta la poca presencia del subgénero -sea prog o metal- en el espacio), ya sí, el song by song en siguiente párrafo.
«Moonchild«… Veamos, tras la tan breve intro (que también sera outro a final de álbum) de los «seven deadly sins», empieza este tema que tiene toda la intención y sentido al partir el disco de una premisa temática y tal… Por lo visto, según una historia que leyó Harris y de donde sacó la idea, un séptimo hijo de un séptimo hijo tendrá unos poderes precognitivos descuajaringantes del copón que descojónense ustedes a espuertas de la Pitonisa Lola y los X-Men al completo. Siguiendo desde ahí, este trabajo es un relatar la vida entera del susodicho personaje utilizando cada canción como un pasaje biográfico y en riguroso órden cronológico… Y, obvio y por esas, «Moonchild»  viene a ser el nacimiento del personaje. Si a eso le sumamos una parte instrumental final, el último tercio aprox., del caerse de culamen y algunas partes de batería de McBrain francamente interesantes, tenemos lo más «bonito» del asunto… en su ámbito positivo. En el contra, por ídem, consta que de siempre me ha parecido un buen tema pero que, sin duda a mediar, se me antoja el más claramente «sacrificable» del lote… Me lo parecía con trece y me lo sigue pareciendo hoy, apurando ya la treintena. Quizá sea ese abuso de «sintetitación» de inicio y cierre , de la que el propio Adrian Smith -principal compositor del tema- reniega («no es lo que tenía en mente pero el tiempo apremiaba» -etc.-), pero siempre me ha resultado algo sensiblemente menor en comparación al resto, y  aunque seguramente el tema oscile más en que las demás canciones son muy buenas que en tener ésta algo realmente malo o punible, es lo que hay. A partir de aquí, eso sí: «festival maidenero». De entrada «Infinite dreams«, seguramente junto a «The trooper» y «Powerslave» mi tema predilecto de siempre del combo, extrañe o no. Tremendo inicio de sugerentes guitarras, susurradas a capas, para todo un señor tema en crecimiento continuo para el pasaje donde nuestro «temático protagonista» es atacado por una serie de atroces visiones post-mortem que, quieras que no, algo le acongojan… La frenada para retomar a Dickinson casi al final, los pasajes melódicos instrumentales para todos los gustos… buena buena, vaya. Empieza entonces, tras los «again and again» de la otra,  la archipopular «Can I play with madness«. Single de presentación del disco con pedazo video protagonizado por el añorado python Graham Chapman (el protagonista de «La vida de Brian» valga como ejemplo rápido, sí) a pocas semanas de su fallecimiento. Curioso lo de esta emblemática canción: es de las más celebradas en los directos (aún hoy) y les supuso un top-3 en las listas británicas, pero (argh) de la misma forma muchos de sus fans/simpatizantes siempre la han mirado y mirarán con recelo… Que si es muy «comercial», «básica», «tópica», etc. Curioso a mi entender, y cuanto menos. No entiendo porque se le metió tanta candela a esta y, por contra, otros temones (que a mi plimes que me molan todas, vaya) previos de orientación y aroma similar como «Run to the hills», «Wasted years», «Flight of Icarus» o incluso «2 Minutes…» (a pesar de su mayor duración en este caso), se abracen como oldies de la formación sin problema a mediar. «Cosas de fanes» I guess, y ahí lo dejamos. Para cerrar la primera cara, sea como se quiera, llegaba otro single: «The evil that men do«. También emblemático pero más, bastante más, veloz es otro tema (como el anterior) firmado a seis manos por Harris, Smith y Dickinson. Aquí tenemos ya de entrada el clásico brutal cabalgar de las cuatro cuerdas de Steve, una melodía creciente de tres pares y, faltaría,  unas partes de guitarra (el solo de Adrian es de traca -y cruelmente breve, puestos a decirlo todo-) beastiales porqué sí. De las más requeridas en los lives de la época (lo coreable del chorus siempre ayuda, sí), y una francamente espectacular manera de terminar esta primera parte.
Es ahora cuando, estratégicamente y ay caray, les confieso que siempre he preferido esta B side en el disco… No quizá por goleada abusiva, por culpa de los «sueños infinitos» mayormente, pero si cómoda. Y es que el tema titular (de Harris, cómo no), «Seventh son of a seventh son«, no es al fin una burrada tan descomunal como aquella «Rime of the ancient mariner» (que por si sola nos convierte en imprescindible a tantos el disco donde aparece) pero, joderes, no queda tan rematadamente lejos y, por si fuera poco, refuerza ese percepción de «prog» soterrado que muchos tenemos de la formación.  Magnífica y enorme de por si, con esos casi diez minutazos de duración en los que prácticamente de todo cabe. Hasta su momento «introspectivo» que tenemos por ahí en medio, y tan enormes resultan sus ulteriores -y variadas- guitarras que hasta se pasa uno tan ricamente por el arco triunfal el uso de sintetitaciones y la madre que las parió, o el tan repetir, machacadoramente y sin más, el título en el estribillo sin compasión… Así de grande es la cabrona. Por si fuera poco, nada más terminar, se arranca mi segunda pieza predilecta del asunto: «The prophecy«. La única donde aparece el entrañable Murray co-firmando (con el jefe, perse). Y aunque parezca no es posible, lo cierto es que me estoy conteniendo a fin de no alargar todavía más la entrada, y prueba de ello es que (no piensen se me escapa el tema) aparqué por la curra el ir explicando el significado de cada canción a tenor lo que representa en el relato global… El drama de esta canción está fetén, con nuestro protagonista advirtiendo en balde a unos aldeanos que ahuequen ala o no lo cuentan y, por contra, tenemos la voz demoníaca esa que va apareciendo echando chanzas… Además me atrapa de siempre ese pasaje por en medio que es puro juglarismo electrificado, la preciosa despedida acústica, el liberador estribillo tras el «intercambio de pareceres» con Satán… Todo un no-single que aparecerá siempre en las selecciones privadas aunque jamás en los bestofes homologados de turno, vaya (hay varias de estas en el opus «maidenero», por cierto, me vienen ahora por ejemplos a la almendra esas «sea of madness» o  «the loneliness…» del anterior, «the duelist» del poder esclavo o la tremenda «to tame a land» del Piece, mismamente). Tiempo para el tercer single, «The clairvoyant«. Riff de western con el bajo dando botes in crescendo ya de base para la que posiblemente sea la melodía más invencible, asi de primeras, del disco. Brutal de cabo a rabo nuevamente y sus guitarras tras el segundo chorus que son el tocarse. Por poner algo más avinigrado y que no sea todo tan «fuckingmente» maravilloso, de nuevo se hace demasiado como demasiado (valgan redundancias) corta la puñetera. Y por los mismos derroteros transita en verdad la ya postrera «Only the good die young«, que con su igualmente vivaz ritmo, y buen estribillo, nos termina de explicar las desventuras del protagonista (ya aquí abatido y habiendo perdido toda la fe en la especie fruto de la imbatible imperfección de la misma), dando carpetazo final al trabajo en cuestión con la ayuda de esos «seven deadly sins» que acaban por cerrar del todo el chiringuito. Chiringuito más que fácil de puntuar en esta ocasión… Siendo cicatero, y algo cabrito, y contando siete de ocho (qué, coño, lo suyo hubiera sido que el disco tuviera siete canciones, puestos a rizar rizos, ¿no?), el primedio queda en un 8 largo… Pero como aquí están «infinite», «prophecy» y el tema titular (recuerdo, por última vez ya, que soy un apasionado irredento del reverso progresivo de esta banda), redondeo a nueve… o mira, incluso le pongo ‘1, en honor al portadon de Riggs, y tan ancho que me quedo. Que a mi, como a Eddie, los ninguneos, chanzas y disconformidades mil nos la traen bien floja cuando es uno de los discos favoritos de este gente, la admirada Doncella, lo que hay sobre la mesa.
Desde aquí: otro tour interminable, la marcha de Adrian (recuperado por y desde «Brave» ya en los dosmiles), y un bajón inmediato considerable… aunque pelín exagerado por ciertos sectores de la prensa especializada («no prayer» y «fear» no son malos en absoluto, por mucho no puedan medirse a todo lo que precedía), para volver en plan happy family -obviemos el periplo sin Dickinson- una década (aprox) después con sus seis miembros y tal… y  hasta hoy (que amenazan con nuevo disco para 2015, al loro metalero). Abrazando ya su cuarta década de vida y viendo su carrera en perspectiva, teniendo siempre en cuenta su provenir de un sector poco avezado al mainstream -por lo menos  generalizando-, ya es un poco para darle la razón a su tan extrovertido y multidisciplinar cantante, ya: por encima de cualquier militancia de género o subgénero que valga, básicamente, ellos son ante todo «los jodidos Iron Maiden»… And up the irons, of course !
 
Iron Maiden – Seventh son of a seventh son (1988) : 9’1/10
01. Moonchild/ 02. Infinite dreams/ 03. Can i play with madness/ 04. The evil that men do/ 05. Seventh son of a seventh son/ 06. The prophecy/ 07. The clairvoyant/ 08. Only the good die young.

Por Guzz

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12 comentarios

  1. No siendo un maiden fan encuentro que es un grupo de lo más valorable con una importancia radical en el mundo del rock sirviendo de puente entre el har rock y el prog. Es dificil encontarr que alguien no haya tenido o escuchado y disfrutado de un disco de ellos , eso si que es valer. Este disco es de lo mejor de su carrera arriesgado pero al mismo tiempo moderno.

    1. Ni más ni menos Bernardo. Y qué curioso al recordar hoy algunas publicaciones especializadas de la época donde se generaba cierta controversía por el uso de sintes y tal… 7th Son se ha acabado convirtiendo, no cabía otra, en una de las cúspides intocables de la formación !

  2. Aunque no suela escuchar a Iron Maiden, reconozco que en los ochenta fue un gran grupo, con temazos de órdago. Su doble en vivo fue referencia de mi adolescencia y puede ver a la banda (junto con Metallica y Ántrax, ya que los citas) en directo en 1988. Este disco lo he escuchado muy pocas veces, así que no opino, pero me voy a You Tube a recuperar el vídeo de "Can I Play Wth Madness". ¡Gracias!

    Un abrazo, Guzz.

    1. Es que el puñetero "Live after death" es, me resulta vaya, una locura importante. Más allá de muñequitos, tics de género varios y excesos ornamentales tenemos una banda, por aquellos 80's, como bastante contundente y ese directo -concretamente- es la faraónica gira del "powerslave" (seguramente su disco más compensado), y casi ná el "world slavery tour" de marras… Hay quien prefiere lo de antes, pero para mi el periplo 82-88 es el acabose con Maiden. Abrazo Gonzalo.

  3. Sabe bien usted Don Guzz que no comulgo con este tipo de música. Para serle sincero creo que nunca he escuchado más de dos canciones seguidas de Maiden…… y en mi ignorancia, creo que no me pierdo nada… pero ya sabes que yo soy un fan oculto de la Streisand, así que no creo que te sorprenda nada de lo que digo. El post, eso sí, le ha salido de narices.

    Pd: no me gusta nada eso que llaman "heavy metal", o cualquier metal. Así que…. lógicamente la nota es exagerada, tal vez un 1,9… je je…. Abrazos.

    1. Muy cachondo tú… El día menos pensado arraso con todos y me pongo a escribir lo que REALMENTE pienso de los Artic, el lorcero del White (solo o con la otra), los Arcade, Kings of leon, los ferdinandos y la madre que los parió a todos juntos y aquí va a arder Troya… O mejor, agarro el acthung baby y le endilgo el 1'5/10 sobre diez (como mucho) que me merece y la liamos ya del todo… Pasa (realmente) que tu eres más de los Judas y querías ningunearme a los Maiden, gañán !

  4. Gran disco. Uno de los mejores y el comienzo de los Maiden progresivos. Qué bien se acoplaban Gers y Smith, y qué infinita belleza desprende cada acorde de Moonchild.

    Aquí eran imbatibles.

    1. Particularmente pienso que los Maiden progres ya dejan cosas antes pero se acaban de cristalizar en el 83, algún momento de "Piece of mind". Gers y Smith no iban a coincidir hasta el año 2000, con la Reunión y el magnífico "Brave new world". "Moonchild", insisto, es para mi una muy buena canción… entre gigantes. Lo de imbatibles está claro, eso sí. Saludos guzzeros.

  5. Mira pues yo si, soy de los Maiden y mucho, coño pero mucho, mucho. Me gusta y siempre me gustó DiAndo pero Bruce es un tipo tan irresistible que hace cuestionar ciertas circunstancias varonIles que siempre han sido adjudicatarias a heavis de encuestadas muñrqueras con clavos y roidos jeans desgastados. Además el séptimo es la pera limonera, sintetizadores incluidos y locuras comerciales asumidas como válidas en la búsqueda que frenéticos movimientos cueriles y este de la mano de Powerslave, Piece, Number y Iron Maiden amen de Live after death con sus Eddies hinchables…que adoro a los Maiden por eso he pasado por sus narices concierteras en varias ocasiones. Genial post tío.
    Abrazo

    1. Es que los Maiden, ochenteros mayormente (aunque me confieso defensor acérrimo de sus discos desde la Reunión), son como bastante incontestables pese a quien pese… que lo hace a mucha gente, por defecto y de gratis, que por culpa del cerrazón y por los prejuicios nunca ha escuchado "powerslave", el "live" o este de hoy como procede y merece, perdiéndose en el proceso algo realmente grande de verdad… Una pena. No disfrutar de las trooper, rime, sea of madness, infinite, hallowed, powerslave y tantísimas otras es algo que dejó de resultarme incomprensible hace tiempo y a día de hoy solo consigo que me de algo de pena… Por suerte nosotros Mr. De Witt nos pasamos los prejuicios por donde amargan los pepinos y sabemos que no hay pecado en escuchar a estos y a la Simone (por ej.) en la misma tarde (que los gustos los define uno interiormente y los géneros son guía pero no dogma que valga, coño y sí señor). Abrazo férreo Addison.

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