Críticas Discos

“Venimos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí un tiro en el culo, por maricón.»
Esto nos explica la historia que afirmó el chófer del vehículo, jactándose el hijo de la grandísima, que llevó a uno de los mayores genios artísticos que ha dado el país, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, al paredón. Sea como fuere, por maldad y mezquindad habida o por haber que medre y medie en el orbe, la obra y arte del granadino sigue y seguirá hasta los end times figurando como inextinguible fuente de inspiración para un ingente incontable (en cantidad y variedad, además)… Está claro, cómo no. Me recuerda ello las famosas palabras de Kubrick, en los primeros 70’s y a fin de defender del alubión de crítica negativa su conocida revisión de la cítrica novela de Burguess: «venimos de simios armados, no de ángeles caídos (…), por ello lo que debe sorprendernos en la especie no es cuan bajo hemos caído sino, más bien, ha qué altura nos hemos elevado». Y, acabando de encuadrar el tema y por supuesto, tanto se elevó Lorca que, puestos a inspirar, sirvió -por ejemplo- como principal efecto detonador creativo para este «mudo poeta» de hoy con el que, medio siglo después del horrible crimen explicado, se descolgaran los Immaculate Fools.
Inolvidable que me ha resultado siempre la relación propia con esta formación… Mediados de los 80’s, contando diez añitos su humilde servidor, me cae en las manos el disco aquel de «hits» de la época titulado «Soy increible» (increible selección, por cierto y sin duda, que mezclaba sin vergüenza alguna a -por ej.- Level 42 y Communards con Lloyd Cole y los Style Council, quedándose tan ancha en el proceso… cosas de los ochentas, sí). En dicho artefacto aparece «Hearts of fortune», la canción que da título al estreno de los Immaculate del 85 (que, señores de Allmusic, el primero no fue «Dumb poet»… a ver si nos fijamos un algo, caray)… Para no alargar: fascinación inmediata desde entonces y hasta el fin, ya les digo. Podríamos perdernos en tópicos de a granel un rato sobre cuestiones como que el sonido de la banda, para ubicar de primeras (de ser menester), resulta un medio camino entre Echo y Psychedelic con la sombra «big music» de las primeras obras de Mike Scott y cia de evidente telón de fondo…Pero ello me resulta frío, sesudo y también desalmado. La verdad. El hostiazo que me resultó el registro de Kevin Weatherill por vez primera será siempre recordado como plena epifanía para quien escribe. Por supuesto, para quien quiera información con la bio del grupo no tiene más que marcarse un breve paseo por las webs… De hecho se lo aconsejo, dada mi casi nula capacidad objetiva para con esta formación (son muchos años y aunque a día de hoy tenga bastantes cosas por delante en el «top particular» pocas bandas me gustan, sin haberlo dejado de hacer nunca, desde hace tanto, ruego se me entienda). Basta decir, sere breve, que se formó en el primer lustro ochentero por dos parejas de hermanos (los Weatherill y los Ross), que pegaron con especial fuerza en nuestro país (quizá de ahí el tan pronunciado tirón de la banda -sobretodo por parte de su líder- para con nuestra geografía e historia), que tuvieron sus breves momentos de gloria a consecuencia del estreno y del disco de hoy (más algún single concreto de los dos álbumes que sucederán) codeándose con diox y su madre en esta parte más esplondorosa de su ínterin vital como banda para, finalmente, caer en esa especie de limbo extraño donde recalan las «bandas de culto»… Ya saben: adorada a rabiar por un puñado contado de fieles, más bien ignorada a nivel general y, por supuesto, con la certeza de que (tarde o temprano) alguien de mode les sacará del cajón del olvido y serán reivindicados (al fin y de una puta vez) hasta la saciedad cuando ello, obvio, ya les sirva de más bien poco… Que hay mucho más, desde luego, pero vamos mejor ya con el disco (discazo), sí.
Antes de nada, como casi siempre en estos casos, refiero que el temario a tratar será el de la versión original analógica… Y ojo con esto, que existe un «best of» digital como bastante sandunguero con la misma cover directamente (con un par… de neuronas, sí) que no es sino el mismo disco con un par de temas añadidos… Chapuzón del quince, por supuesto: ni es un «best of» como procede, ni es el «Dumb poet» con la sucesión de temas en que fuera ideado. Sin más, Cara A, primera canción: «Never give less than everything«… Que nunca se te ocurra dar menos que todo (que cada esquina que gires será tan brillante como un broche nuevo)… Eso y más que nos suelta Kevin, con ese masticar las palabras tan característico suyo. Tremenda apertura de expansivo planteamiento que, no quepa duda, a pesar de ello planta ya de inicio esa bandera de rabiosa y preciosista  nostalgia heredada -también- del postpunkeo que les toca por generación y procedencia (que semos del mismo Kent, oigan). Tremendo lo de: «siempre hacemos daño a los que amamos y supongo que así seguiremos…  quizá es hora de un cambio, o de tragarnos esa amarga píldora». Esa mezcla de resignación, de tomar conciencia lo miserable que se és, en contrapunto al entonar del cantante y la vitalidad instrumental es de traca (ir de depresivo por la vida puede molar a alguien -por lo menos a veces- pero, al fin, ya está… se asume y para adelante, oiga). La sigue «Tragic comedy«, another single y más «alegría huertera»… La sombra del poeta  asoma durante todo el disco (aún sin comparaciones, está claro -imposible en las formas, evidente, pero con afilada intención-) y aquí se va directo al hueso… No es «Dumb poet» un disco de «historietas» sin más, no. Detrás de tan preciosa melodía, con ese carismático inicio de los que se te quedan forever («se que es una broma, otro juego, algo de diversión puede aliviar el dolor»), hay una fatal certeza de ruptura, de «hasta aquí hemos llegado»… Comedia, -algo ligero- que es lo más que me puedo acercar ya a tí… hasta que llegamos al «isn’t funny anymore» y se le suma el otro concepto del título para acabar de remachar el tema… Y con lo preciosa que es la melodía. No tienen compasión que valga este cuarteto de cabrones, no. Sigue horadando en la agonía «One minute«. Agonía en lyrics siempre, cuidado ahí. Pues aquí el ritmo ya se dispara y, en verdad, encontramos la más vivaracha tonada (de la mano con la penúltima parada del viaje) del lote. Pero claro: ni un minuto que admitiremos ya que nos hagan esperar… y «¿qué vas a hacer?» que es la pregunta… La moneda está en el aire y con las ganas que nos quedamos de saber cómo acaba el folletín, por supuesto (si es la resolución postrera a la tragicomedia anterior o si, por contra, del mismo ultimatum se destila esperanza no es sino el tópico de vasos medio llenos/vacios para el significar que quien toque contemple/escuche quiera otorgar). Eso sí, esa irresolución no nos hiere en exceso, como espectadores del teatrillo que somos… Entra ya la maravillosa «Dumb poet» -la canción-, media docena de los minutos pop-rockeros más emblemáticos y necesarios de la década donde habita. Así de burra es la cosa (vaya a modo ejemplo que -para mi- por pasarse, hasta se pasa por el cerro a la misma «Killing moon»… Y no aburriré ahora al personal con lo fans que soy del puñetero «Ocean rain» de Echo -me respiren aliviados-). Maravillosa, emocionante, parábola con los pensamientos del poeta (que a estas alturas supongo que ya está demás el referir que el disco está directa/abiertamente dedicado a la figura de Lorca) para el que me apoyo en la fantástica labor -a colación de este tema- del colega del ciberespacio eMe Logar (fan irredento del combo), cuya lectura empequeñece lo de meramente recomendable hasta el mismo uso de probetas y microscopios. Para bajar del cielo, sigamos, Kevin nos cierra el primer acto acústica en ristre (aunque aplausos también para el tenue pero preciso acompañamiento) con esta hermosa oda a la soledad/abandono que responde por «So much here«…»Demasiado aquí que me recuerda a tí»… Y, hala, a rebozarse en el tema. Es además la track más corta del álbum y por ello, está claro, ni da ni presta tiempo a contemplaciones desde su devastadora y directa letra.
Para abrir la otra side del disco los Immaculate nos enseñan, al fin, que en verdad no son tan cabrones o, mejor (o peor, como prefieran), amargados de la vida… Tras tanta oda al abandono, rupturas y soledades, dejan salir por fin el sol (tanto en lyrics como en melodía) con esta «Wish you were here» que tanto tiene que ver con el clásico de Pink Floyd como con «La chatunga» (nadie se haga lios a priori con covers que no existen y tal). El momento a la añoranza que es  nostalgia más que agonía, por esta vez, lo mismo que el canto british proud  por excelencia del disco… «The weather is fine, here in England», que hasta sueltan los tíos por ahí en medio sin el menor atisbo de problema… A su vez «Don’t drive the hope from my heart«, eso sí, no engaña a nadie desde su tan directo título… Y poco duró la tregua, vaya. Aquí ya se pasa, directamente, al ruego sin cortapisa ni subterfugio retórico a mediar… Y qué difícil me ha resultado siempre entender que el mamón diga lo de «impotente para siempre» y según como hasta suene alegre…Y atención con la instrumentación del tema aquí también que, por injusticias varias producto del tan peculiar y ubicable registro del singer que lo suele eclipsar todo, se demuestra por enésima que los otros tres no vendrían siendo precisamente atrezzo… En especial Andy Ross, haciendo bueno el tópico recurrente ese del rock por el que la supremacía en una rock band frecuentemente queda supeditada a un mirar quién la tiene más gorda entre el lead vocals y el lead guitars (para el caso, ciertamente, baste explicar que tras este disco los Ross dejarían la banda). Cancionaca enorme esta «Pretty prize now«, ya empezando la curva de recta final, con el cabalgar del bajo omnipresente de Paul, el breve pasaje dream pop, el re-arranque  guitarrero… y de nuevo esos paisajes sónico-expansivos, vaya … Cuando se ponen de esta guisa me los imagino siempre tocando en una gran extensión natural al pie de unas montañas incluso -puro «Doctor en Alaska», oiga-, y disfrutando uno cual berraco del reverberar de esta música ya en un modo extremo… Mi canción predilecta, tras lo evidente del tema de cabecera, es algo que hace como un cuarto de siglo que no tengo nada claro, se admite, pero (claramente) esta tiene varios boletos… lo mismo que la que sigue, faltaría. Es tal el sangrar de la pieza final «Slide away«, obviando su inicio de puro «Closer», la preciosura total de la spanish guitar de Andy por ahí en medio o su épica dream pop posterior, que uno ya no sabe si es la separación definitiva de tanto de lo que precede en el disco, una petición expresa para protagonizar un entierro vikingo o, ya puestos, la canción pro-eutanasia más hermosa registrada (si me permiten les confesaré que esta última opción es siempre la que más me llena… y me da igual las puntualizaciones pertinentes ya que me agarro a eso -porque me conviene, sí- de que en última instancia el arte se siente más que se explica).
Como no veo como terminar asi de una tacada y con salto clavado a lo Comaneci con algo que hace tanto me acompaña me salgo, sin vergüenza que valga, por tangentes y les redirigo al insaltable texto que el Cosmic Master, y hermano de Exilio Johnny JJ, se marcara tiempo ha en su propio espacio. ¿La puntuación de las narices?… Imposible en este caso, por mi sería un catorce y, en justícia, puede que se quedara en un notable muy (MUY) alto… Divido la diferencia y ahí que lo dejo, vaya. No me pidan más, solo soy otro immaculate fool más. O lo intento al menos.
 
Immaculate Fools – Dumb Poet (1987) : 9’2/10
01. «Never give less than everything»/ 02. «Tragic comedy»/ 03. «One minute»/ 04. «Dumb poet»/ 05. «So much here»/ 06. «Wish you were here»/ 07. «Don’t drive the hope from my heart»/ 08. «Pretty prize now»/ 09. «Slide away».

Por Guzz

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6 comentarios

  1. Ese detallito con Allmusic es genial. Omitir los corazones de fortuna deja mucho que desear ante tan magno artefacto. Muchas gracias por enlazar la reseña que escribí de este disco en su día, recuerdo que en aquellos momentos estaba muy afectado por todo lo que se estaba cociendo con la memoria histórica. Algún día, cuando pase un prudente tiempo, si el Exilio continúa vivo, coleando y en alza, la traeré a este lugar también y colocaré una posdata enlazada a este glorioso artículo que a buen seguro goza de la bendición de los Locos Inmaculados y de García Lorca. Bueno, y la mía. Agradecido por todo ando, hermano. Abrazo.

  2. Que grande Guzz. Me ha encantado esta entrada. Grupo del que guardo un recuerdo barbaro. Les vi en 1991 teloneado a Simple Minds y me encantaron. Pena que su efecto se fué esfumando por el devenir de los tiempos.

    Este disco es una delicia.

    Me he reido con lo de Echo and The Bunymen un buen rato. Y eso que para mi los de Liverpool son claves.

  3. Creí sinceramente que los Fool eran el futuro del pop, los nuevos Beatles y que los que me rodeaban eran unos gañanes que se pirraban por Phil Collins que no era futuro de nada y pasado de lo que le dejaban pero…no fueron precisamente futuro, pero dejaron dos discazos de órdago y una rreseña de don Guzz cojonuda.
    Abrazo.

  4. Un disco que se me ha pasado por completo, me quedé en el So Sad y el disco que lo contenía, que en su momento escuché mucho. hay que ver como son las cosas, muy famosos por aquí y nada reconocidos en UK, cosas raras que pasan. Su cantante hace poco iba de gira con su nombre por pequeños lugares. Saludos

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