Críticas Discos

La banda de Dulli tuvo que «pagar peaje» por querer llevar traje en la época de las camisas de cuadros (firmando con sub-pop para más inri), o adornar esas portadas y libretos con imágenes que se escabullían abiertamente de lo que rezaba en el manual de la época… No importó demasiado, a demasiada gente, que tuvieran un sonido propio y ubicable de primeras que fundía el noise-rock de lo mejor en ciernes del segundo lustro ochentero (donde se ubica lo más granado del auténtico «rock independiente» yanqui por cierto) con unos más que obvios dejes souleros del caerse de culo que les otorgaban esos matices que tan únicos les hacia. Sí, los Whigs tenían un sonido y discurso (y hasta apariencia si me apuran) tirando a peligroso, con mucho músculo y bilis/pasión canallera por doquier… Pero que, ay, se antojó demasiado personal, demasiado inetiquetable. Con todo se hicieron un nombre, faltaría, y quien más quien menos ha oído ni que sea tocar campanas con dicha formación (que, repito y obviamente, conocidos lo fueron y siguen siendo). Su historia a grandes brochadas…

… Primer disco autoproducido aún en los 80’s, fichan con la emergente sub-pop ya en los 90 y, rápidamente, editan la -magnífica- continuación (que recupera parte del estreno) donde el salto resulta más que evidente y que, por supuesto, les deja pista libre para engarzar cuatro discos seguidos (del 92 al 98) a los que deben su leyenda: «congregation», «gentlemen», «black love» y «1965». El primero es la exaltación de su sonido, el segundo es más de los mismo pero, además, añadiendo singles potenciales del caerse de culo (seguramente su «masterpiece», sí), el tercero es una barbaridad que nos retrotrae imágenes de género negro (esa formación «cinera» de Dulli se deja notar, claro qué sí) con un sonido que desborda personalidad a cada aliento (una virguería ignorada por buena parte de crítica y público -menos de tres estrellitas en Allmusic mal rayo les parta- y devorada con fruición por melómanos de pedigrí -como por ejemplo el amigo de la casa Agente Cooper y bravo por ello- que si pillaron la tan interesante propuesta aquí ofertada)… Lo que nos hace llegar, al fin, a «1965» su último elepé y el que hoy se pretende destacar -principalmente- en estos lares (aunque, está claro, no pude estarme de hacer el clásico «canto guzzero» hacia la banda, así en sui generis, dado lo tremebunda que me resulta). Y, con este disco, volvemos al principio de la entrada y la incompresión ahí descrita… «Nineteen sixty five» es el máximo esfuerzo de la formación en el sentido de realizar un obra fresca y directa, sin ambage que valga. Debió ser nº1 un año entero, debió vender lo no escrito y sus canciones recordadas desde el «minuto 0» de su alumbramiento y para siempre… Pero no. Claro que no.

Once canciones que son diez («Dulce hijo de puta» es un intermezzo de 20″ para dar entrada a la cojonuda «66» sin más), de las cuales las siete primeras (descontando lo explicado en paréntesis anterior) funcionarían, pueden hacerlo, como single tan ricamente… aunque ese final con «neglekted» y «omerta» (subrayada ésta con la fetén coda instrumental de «The vampire Lanois») te dan, a su vez, irremediables ganas de meterte en un garito clandestino de black music en la gran urbe y pillarte la castaña de tu vida. Antes el soul guitarrero y abrasador de «somethin’ hot» y «John the baptist» ya te pusieron a tono, claro (que no en vano son los dos inicios de cara), saltamos con el marchamo y la guitarrita final de «crazy», flipamos con los matices pop de «uptown again» rematados con estribillo de la casa o, directamente, alucinamos al caer en la cuenta de que cómo dos caramelos como «citi soleil» (que no «cito» sres de Allmusic) y «66» pudieron pasar sin mayor repercusión… Y, ojo, que después de todo eso aún queda la enorme  «the slide song» que se te deshace por momentos y que no hubiera desentonado en el «Amorica» de los Crowes (de hecho, me atrevo a afirmarlo, hubiera sido momento destacado en un disco ya grande de por si -y muy grande, igualmente, lo suyo aquí Mr. Greg-). En definitiva, no pondría «1965» por encima de «Gentlemen» (ambos dos forman el díptico definitivo de tan suculenta formación, quieras que no), pero si me parece, indudablemente, el punto de partida lógico (aunque por paradojas y tal sea el último de sus discos, o lo era hasta la muy bienvenida resurrección de este 2014) a la hora de zambullirse en la obra y estilo de los tan cojonudísimos Afghan Whigs. Imprescindible más que meramente «reivindiscable» en esta ocasión y a decir verdad. Al menos para mi.



The Afghan Whigs : «1965» (1998) : 9’2/10

01. «Somethin’ hot»/ 02. «Crazy»/ 03. Uptown again»/ 04. «Sweet son of a bitch»/ 05. «66»/ 06. «Citi Soleil»/ 07. «John the Baptist»/ 08. «The slide song»/ 09. «Neglekted»/ 10. «Omerta»/ 11. «The vampire Lanois».

Por Guzz
(Este texto fue sustraído, tuneado y regurgitado para la ocasión desde el espacio Citizen Guzz)

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2 comentarios

  1. Gran disco. Mejorar Black Love era jodido, pero éste casi lo logra. Dos temas como Somethin Hot -qué maravilla ese piano western-,y John The Baptism, lo logra.

    Un placer pasar por aquí, chicos. Y bautizo a Dulli como el Bryan Ferry moderno. Un abrazo.

    1. Gracias tardías, pero gracias al fin y de veras, Alex por acudir al rescate de este pedazo de álbum en lo que a comentarios toca… Que si bien puedo asumir sin problemas que mis palabros quizá no convenzan/apetezcan, esta virguería de trabajo esperaba y merecía mayor atención por parte de la parroquia… Abrazo guzzero.

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