Críticas Discos

Turno para el mayor inapelable golazo por la escuadra, en lo que a obra de estudio pertoca, que Jerry y asociados le pegaron a la rocanrolera historia. Tótem absoluto (como ya lo es/fue  el inmediatamente anterior -«Workingman’s Dead»-, del mismo 1970 conviene matizar) y trabajo de esos de los que, de alguna manera, avergüenza un algo siempre comentar/analizar (y, ya ni qué decir, «postear») habida cuenta su descomunal magnitud… Agarren fuerte el mejor y más querido de sus clásicos del medio, pónganlo en el altar más elevado que encuentren, pinten un mural en la muralla china, arrenden una avioneta para anunciarlo en las playas… Ni por esas estará por encima del «American beauty». A la misma altura, de acuerdo. Pero jamás, claramente al menos, por encima de él.  

El disco de «Box of Rain», «Sugar Magnolia», «Ripple», «Friend of the Devil» o «Truckin’»… Pero de qué cojones estamos hablando aquí, vaya…Sin embargo, como de este álbum ya está todo escrito y explicado (o poco menos, y «todo» lo que ha trascendido, se entiende) refiero brevemente el porqué me descuelgo hoy con tamaña virguería… Y es que llevo unos días disfrutando el nuevo y flamante álbum de los Phish («Fuego»), y sintiéndome culpable por omitirlos siempre a la hora de mentar a las mejores bandas yanquis encargadas de recuperar los sonidos más añejos y queridos de los good old times surgidas del 90 (o aprox.) en adelante… Sí, entre Crowes, Wilcos, Jayhawks, Blind Melons y Pearl Jams (sin descuidar que estos últimos son seguramente un asunto de querencia generacional propia y sin descuidar tampoco lo que satisface acercarse, ni que sea tímidamente de vez en cuando, a la obra de los también erronéamente omitidos, por lo general, y muy honorables Gov’t Mule), me descuido el espíritu de las jam bands que tan bien, mejor que nadie, ha sabido transcribir para un potosí de nuevas generaciones el Sr. Anastasio y su banda… Por todas estas, la entrada de hoy iba a ser (a priori) un destacar uno del hat-trick más querido de los Phish («Farmhouse», «A Picture of Nectar» o «Billy Breathes») pero, coño… Si de hablar de «jam bands» se trata por primera vez en esta, su exiliada morada, pues, vaya, empecemos por dónde toca mejor si acaso… Vamos, digo yo.
Y es que en 1970 ya estaban bien asentados los «agradecidos fiambres» como la superbanda hippie-sanfranciscana capaces de liarte la marimorena en directo lo nunca antes -ni después en estos ropajes- visto u escuchado, que todos conocemos y aceptamos (que la historia sin duda la explican siempre los ganadores pero, de la misma forma, la realidad es siempre la más tozuda de las cosas existentes). Pero, caray, ¿tanto pecado hubiera sido -proviniendo de ellos- aprovechar las nuevas técnicas multipistas para dejar su impronta en estudio?. De la respuesta negativa que le dieron a esa pregunta nacen, para eterno gozo de todo el mundo mundial, sus dos maravillas de seguidilla en el año ya apuntado (sobretodo con el que hoy nos ocupa… el otro es más por concepto que por ejecución -en la producción- y aún tiene parte, aunque notoriamente menos y de ahí que los calcen siempre de la mano a ambos,  del entrañable «asilvestramiento» previo). Y, al tanto, no piense nadie que se me escapa que, precisamente, destacar tanto estos Grateful más «confortables» o «accesibles», los de «beauty» y «workingman», es huir un algo de la propuesta madre (el concepto jam band, para entendernos, de lo que son y serán máximos exponientes) pero, no me sean puñeteros, por el amor del dedo que le faltaba al tan añorado barbas… Ahí está igualmente su esencia bombeando de pleno y, por supuesto, ver crecer esas canciones (tanto y en tantas direcciones) más tarde en los múltiples directos a recordar es algo que nos agota todos los mejores y más rimbombantes calificativos que nos salgan del hinojo. 
Así, vamos ya casi al embutido, volvemos a principios del año 70 de la anterior centuria. Alejando a la banda de toda la verbena «flower-power-psicodélica» que tanto les debe de la anterior década y abrazando esos primeros pasos que dieran como un lustro atrás… Y, un suspiro ya antes de pinchar el disco, recordemos en justicia que aquí tenemos todavía el line-up original del combo  (el cual, tras los devaneos psicotrónicos mil, vuelve a la casilla de salida, más sabio y más curtido… y ahí están los resultados): Jerry Garcia, Phil Lesh, Bob Weir, Bill Kreutzmann y Ron McKernan… a sumar desde los créditos, para la ocasión y entre otros, las percusiones de Mickey Hart y (quítense la boina de llevarla puesta) las impagables atribuciones del erudito y siempre reverenciable Robert Hunter como letrista.
«Box of Rain«… Curioso que un disco que, inefablemente, hace esbozar una sonrisa a todo rocanrolero de bien que se precie por el calor y aprecio que suscita y merece, así en conjunto, arranque paradójicamente con una de las piezas más desoladoras que se quieran recordar… La melodía es preciosa, sin duda, pero este homenaje en carne viva que Lesh (quien además la canta alternando las cuatro chords) dedica a su ya fatalmente enfermo señor padre con la inestimable ayuda de Hunter y todos sus símiles y metáforas a mediar es, no quepa duda, de derrota inmediata ya de inicio. Solo empezar el viaje… «Look out of any window, any morning, any evening, any day…» El corazón en un puño, los huevos en el suelo y, en verdad, ya desde esa frase «American beauty» brilla en el cielo por siempre. No contentos con ello, y porque este disco es así de implacable, le sigue «Friend of the Devil«. Canción que siempre se las apaña para aparecer en todas las selecciones privadas a la hora de tratar de recolectar las veinte (o muy aprox.) canciones favoritas de siempre por parte de quien suscribe… Así de dura y burra es (o me resulta a mi) la cosa. Pomada de la abuela, tazón de colacao y mirar la nevada por la ventana desde el calor casero… Infalible. Y si será cabrón el tio que hasta el mismo diablo le acabo persiguiendo aunque al principio eran colegas… De oldie a oldie, para no alargarlo más (y amenazo que podría ponerme a dar rodeos ya solo con esos dos temas y lo que me suponen hasta que empiecen aflorar castañas), aquí tenemos a «Sugar Magnolia» y su tan celebrado marchamo que auna motivos countrescos con tonos hippies y su emblemático bajo plantado en la morrera de inmejorable hilo conductor. Otro «hit» inapelable para los restos, ni qué decir. Y mejor no detenernos tanto en el song by song en verdad, que si no esto no terminará hoy… Esto es así. De hecho, la alegre y -también- agradecida ligereza de los dos minutos escasos de «Operator» por parte del teclista del combo es casi un necesario presente celestial entre tanto torreón. Aunque, será un espejismo of course… Ahí tenemos al «Candyman» despidiendo la first side. Más country para el camino… Pero no de porche, ojo, de bonfire, petardazo y crepúsculo de fondo, como es tan del gusto de este personal. Y especial cuidado a esos juegos vocales en la melodía que hasta los mejores wilsons de este mundo firmarían con orgullo y (please god) a esos teclados quilateros que acunan hasta la conclusión el montante a resultar. Espectacular todo al fin. Y lo mejor, claro, es que aún nos queda la otra mitad, que mal del todo no estaría, no…
Llegados este punto (o desde ese señor golosina que arriba comentaba, puestos a puntillear) la dupla Garcia-Hunter ya se hace dueña y señora de todo el tema compositivo (hasta la mítica conclusión firmada en comándita, sí) y, sin más, lo de «Ripple» con la inolvidable mandolina de David Grisman a modo special guest (y que ya teníamos en el amigo del diablo pero brillando de forma menos ubicable)  y su cumbayismo de despedida por montera, estrena una cara B que a la postre acaba resultando tan buena como la otra y por escéptico se quiera o pueda ser.  Y es que tampoco se queda precisamente atrás la muy «youngera» «Brokedown Palace» con su piano de abusivo lujo y al final uno no sabe si esto son los (otros) canadienses de la rosada casa, los del credo revivalista, el imparable bufalo, los playeros o la madre que los parió a todos juntos… Pues esa es la liga que, qué duda cabe, juegan los de Garcia (en buena hora aquel señor gallego se fue a mojar el churro a las américas… y que quién toque le bendiga a él por lo tanto que se debe lo mismo que me perdone a mí por ser tan chusco en lo descriptivo). Y es que, desde luego, si alguien no lo acaba de ver del todo claro, aún hoy y ahora,  le imploro se acerque ni que sea un algo a la más vivaracha «Till the morning comes«…  O es que acaso alguien no esperaba encontrar también maneras byrdianas entre tanta ambrosía… estaríamos buenos. Además, los acérrimos de los caritas o, mejor incluso, aquellos que pillaron el barco para visitar la jamás suficientemente reivindicada cuchara de Sebastian y cia tienen aquí un regalo en remanente forever. Aunque ojo que en la última curva antes de recta nos espera, agarrarse, el gran momento de pericia en cuanto a melodías vocales de «American beauty» de la mano de esa jodida delicia que es «Attics of my life«. Que parece se va deshaciendo en un fade out de esos cabrones de por si, de los que atraviesan almas cual cuchilla mantequera pero que, de alguna manera, los puñeteros logran sostener hasta su clavado final mientras a uno no le queda sino aprender a escucharla hasta con miedo a respirar no sea que se fastidie el momento… la madre que los parió, solo se me ocurre añadir aquí ya. Y así, tal como empezamos, nos vamos de la mano de un/otro clásico incontestable en esto de rocanrol. Uno tan recordado e insaltable como «Truckin´«, para más inris… Y, particularmente aunque ellos mismos parezca se lo quieran explicar unos a otros, no creo que haya resultado «raro» y sobretodo, en ningún caso, nos resulta «largo» (ni nada se le parezca por asomo), pero eso sí:  «vaya viaje», en conclusión y desde luego. Despedir un disco, así… adónde vamos a parar… Estuve algún tiempo defendiendo la estúpida (por lo gratuito) tésis de que un gran disco -si es que es grande de los de verdad- depende muchas veces de una gran conclusión y, por otro lado, tenemos esa «explicación técnica» de que «antaño» muchos músicos/artistas dejaban, muy comúnmente, para la última canción de cada cara aquella/s con la que no estaban convencidos al mismo nivel que el resto por aquello de exceder los diecisiete minutos y pico que -cuenta la leyenda- es (o era entonces) la duración perfecta de una cara vinilera para un long play… «Truckin´» no convierte en «válida» ni hace ley en absoluto de la mentada «tésis» por supuesto pero, coñe, vaya si no me serviría como uno de los más inmejorables ejemplos… y ni qué decir, por lo a otro tocante, se pasa por la forrera todas las «explicaciones técnicas» en la dirección apuntada, around the world y tan ricamente. «Truckin'» es Elvis martilleando clavos en la via del tren, con Johnson blueseando, los Crickets a los coros y con yo qué se cuantas cosas más de fondo se quieran y/o puedan encontrar, siempre sin bajar nivelón. ¿Conclusión?… La tienen tópica («clásico»), histórica («referencia»), porrera («es-lo-más-tío») o hasta pijo-repelente a lo «rocdelus», si prefieren («conspicuo plus, oyesss»)… Para mi lo más mejor es que, básicamente, «American Beauty» sigue siendo y sonando tan de puta madre a día presente que, aunque sea al final de todo y haciendo trampas, no acabo de entender del todo como pueden estar leyendo todavía este soberano rollazo en vez de haberlo puesto por enésima, que es lo que procede y desde ya hace un buen rato… A friend of mine, forever. 

The Grateful Dead – «American Beauty» (1970) : 10/10
01. «Box of Rain»/ 02. «Friend of the Devil»/03. «Sugar Magnolia»/ 04. «Operator»/ 05. «Candyman»/ 06. «Ripple»/ 07. «Brokedown Palace»/ 08. «Till the Morning Comes»/ 09. «Attics of my Life»/ 10. «Truckin´».

Por Guzz


5 comentarios

  1. Truckin', I'm a goin' home. Whoa whoa baby, back where I belong, Back home, sit down and patch my bones, and get back truckin' on. Hey now get back truckin' home…..

    Nada más que decir….

  2. Me recuerdo atrapado desde la primera escucha de su primer tema, tanto me impresiona esta belleza americana. ¡Oooooobra magna!

    Abrazos de la clase obrera madrileña, Guzz.

  3. Llevo más de cuarenta años comprado discos, ya pocas cosas me sorprenden . Como coño he podido estar tan sordo lo compré ayer.lo estoy escuchando y tengo el corazón en un puño y los cojones en el suelo,es Maravilloso

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