Discos Críticas

Amanecía en un nuevo día. Le gustaba beber leche semidesnatada todas las mañanas y así de paso combatía la acidez estomacal de su pequeña gastritis. En invierno mezclaba su leche con un poco de miel y se regodeaba cavilando que de ese modo sería un tipo sobrado de energía. Y para ello le encantaba amorrarse al agujero de la botella con contenido lácteo cual si fuera un pezón y, mientras tragaba y tragaba, se ilusionaba pensando también que buenas dosis de calcio impedirían que nunca pescara una osteoporosis.

Pero los recuerdos le atormentaban. Cada día se desorientaba más pensando que toda la leche que consumía era artificial, repleta de conservantes y edulcorantes. Era entonces cuando echaba de menos la leche pura de vaca, esa que procedía de aquellas inmensas ubres naturales que sirvieron de sustento alimenticio complementario durante su infancia.

Mientras se dirigía por los prados y los campos al encuentro de la leche de vaca, puso en marcha su nuevo aparatillo digital de música y comenzaron a sonar por los auriculares esos CRACKER que tanto le congratulaban. Y encontró a la vaca, y bebió y bebió. Fue a partir de ese momento cuando se percató de que con cierta regularidad debía de ir al encuentro de su leche de vaca al ritmo de Cracker. Eran sensaciones asociadas que nunca le fallaban.

Tumbado sobre la hierba campestre mientras hacía la digestión de tanto consumo lácteo, aquel tipo extravagante escuchaba relajadamente Sunrise In The Land Of Milk And Honey”. A su compás se permitía el lujo de reflexionar privadamente en la mayor de las intimidades sobre lo buen disco que era el noveno álbum de estudio de esta banda californiana de Santa Cruz, esa que tenía todo lo que necesitaba, capaz de conjugar la elegancia de los Kinks, la actitud y garra de los Clash, la dureza rompedora de los Pixies, la melodía alternativa de los Camper Van Beethoven y la fusión de elementos técnicos clásicos de rock desde Grateful Dead a los Rolling Stones o los Faces. Podía decirse pronto pero aquello era un irresistible cóctel de folk, country-rock y raíces americanas junto a pop, rock, punk y psicodelia. Y es que a ver quién cojones había sabido mezclar ese batiburrillo con tan buen resultado hasta el punto de dotarle de un atípico sello personal marca de la casa.
Además, por sus trascendentales meditaciones también figuraban las de que en la banda de David Lowery y Johnny Hickman había que tener en cuenta una serie de circunstancias relevantes tales como una trayectoria discográfica impresionante, con nueve álbumes de estudio cuyas notas nunca habían bajado del notable y de las cuales algunas oscilaban entre el sobresaliente y la matrícula de honor a pesar de que esas obras maestras no gozaran del reconocimiento generalizado pero que, al fin y al cabo, eran matices importantes a tener en cuenta por su largo recorrido cronológico, algo que no estaba a la altura de cualquiera.

Por si fuera poco, esa banda de rock con la que tanto se identificaba nunca defraudaba en conciertos, realizados generalmente en salas de no muy grandes dimensiones y no figurando como cabezas de cartel en festivales multitudinarios.

Fueron todos esos motivos los que le infundían concluir de que Cracker reunía los méritos y los requisitos suficientes para considerarla como su banda americana preferida de los últimos veintitantos años aunque esa apasionada y osada afirmación pudiera aparentar una bravuconada pero, al fin y al cabo se trataba de una opinión sin ánimo de ser compartida.

Ataviado de una camiseta “canarinha” en la que aparecía rotulado Cracker y Camper Van Beethoven, comenzó a pasear alrededor del lugar donde pastaban las vacas en el campo. Y fue allí cuando disfrutó por enésima vez del rock cañero con nervio y actitud reivindicativa de temas como Yalla yalla (let’s go) y Show me how this things works”, del pop-rock preciosista y adictivo en ese hit titulado Turn on, tune in, drop out with me”, de la primera línea de punk-rock en las trincheras con We all shine a light o “Hand me my inhaler”, del country de vieja escuela con sabor tradicional rollingstoniano en Friends”, de la espontaneidad clásica rockera de I could be wrong, i could be right”, del pronunciado aumento de decibelios en Time machine”, de las adictivas guitarras de corte stoniano en “Hey Brett (You know what time it is)”, de un pidorazo repleto de talento acústico en Darling one y del cierre más brillante que se podía imaginar con «Sunrise in the land of milk and honey«, el tema que daba título a un disco imprescindible, de lo mejor que debería perdurar perteneciente a la primera década del siglo XXI.

Y así fue como entre vacas, leche y rock de élite soltó lastre, se quedó muy a gustito y exclamó: Cracker forever!!!

 * Este artículo fue publicado originariamente en el siguiente enlace del Espacio Woodyjaggeriano.
CRACKER – (2009) Sunrise In The Land Of Milk And Honey 9’4/10
1. Yalla Yalla (Let’s Go) / 2. Show Me How This Thing Works / 3. Turn On, Tune In,
Drop Out With Me / 4. We All Shine a Light / 5. Hand Me My Inhaler / 6. Friends / 7. I Could Be Wrong, I Could Be Right / 8. Time Machine / 9. Hey Bret (You Know
What Time It Is) / 10. Darling One / 11. Sunrise in the Land of Milk and Honey








15 comentarios

  1. Gran banda que merece mucha, muchísima, más consideración… A mi con el tiempo (y gracias en buena medida al acelerón que les he dado en los últimos tiempos por tu sana influencia Johnny) hasta me han acabado por adelantar a la "banda madre" (y está claro que CVB no son ninguna tontería). La gran sombra de sus dos primeros discazos y ese carisma de Lowery al entonar eclipsa una discografía muy compensada y llena de alegrías… Mi favorito, a día presente por lo menos, es "Greenland" o como hacer un disco heterogéneo de narices exhibiendo clase y buen gusto pista tras pista… Aunque este que hoy nos traes (con tu posteo que es la leche y ni qué decir) no es que sea vecino sino que vive en el mismo bloque el puñetero. Tremendos los Cracker y abrazo guzzero.

    1. Con todo mi aprecio hacia los Camper, también comparto esa opinión tuya de que Cracker los ha superado. Mi preferido es "The golden age" o el primero de las sardinas pero es que el que citas, este y dos o tres más son la repera. Cracker están a otro nivel, para mí la mejor banda de los últimos veintitantos años, se dice pronto, pero a su discografía o a sus directos me remito. Abrazo.

  2. No tengo este disco, tengo discos de los 90 de Cracker, pero se les nota más maduros y menos guitarreros que entonces, eso si, siguen manteniendo unas grandes composiciones.

    Brazzzzos truferos.

    1. Creo que estás en un error, brother. Lo de maduros puede ser pero eso de menos guitarreros no lo comparto. El tema del video puesto "Turn on, tune in, drop” no refleja la caña guitarrera de mucha calidad que esconde este disco. Brazzzzo.

    1. Gracias grandmaster, por leer y por valorar en ese sentido. De verdad que me enorgullecen tus palabras. A este post le puse mucha entrega, te recomiendo fervientemente este disco. Abrazo.

    1. Te puedo contar, my mestrefriend, que soy muy fan de Cracker desde su primer disco, atraído por ese nuevo proyecto de un grupo que apreciaba mucho como Camper Van Beethoven, y la verdad es que he ido observando como gradualmente Cracker ha dejado de tener a nivel general un reconocimiento de cada disco a pesar de que su discografía es impresionante. No te pierdas este disco y si hay un grupo que tengo ganas de que saque nuevo material ese es Cracker. Cinco años son suficientes para un nuevo trabajo a lo grande. Otros no sé pero ellos pueden. Abraçada y gracias por lo del post.

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